Lara y su amor salvaje


Había una vez una niña llamada Lara, que tenía tan solo 2 años. Un hermoso día de sol, sus padres, Rosa y Miguel, decidieron llevarla de excursión a la montaña.

Junto a ellos iba también su fiel compañero Lupo, un perro juguetón y cariñoso. Lara estaba emocionada por esta aventura al aire libre. El camino hacia la montaña era largo y lleno de árboles altos y coloridos pájaros cantando en las ramas.

A medida que se acercaban al destino, el sonido del agua corriendo se hacía cada vez más fuerte. Finalmente, llegaron a un hermoso lugar llamado "ibón", donde había vacas pastando tranquilamente y caballos galopando en los prados verdes.

Lara quedó fascinada al ver a esos animales tan grandes y majestuosos. Rosa le explicó a Lara cómo cuidar y respetar a los animales. Le dijo: "Lara, debemos ser amables con ellos y no asustarlos.

Podemos observarlos desde lejos para no interrumpir su paz". La pequeña asintió con entusiasmo mientras sostenía la mano de su madre. Miguel decidió tomar algunas fotografías del paisaje mientras Rosa vigilaba atentamente a Lara para asegurarse de que estuviera segura.

Lupo correteaba felizmente entre las flores silvestres cerca del ibón. De repente, algo inesperado ocurrió: uno de los caballos se acercó lentamente hacia Lara.

La niña sintió un poco de miedo al principio, pero luego recordó lo que su mamá le había dicho sobre ser amable y respetuosa con los animales. El caballo se detuvo frente a Lara y la miró con ojos curiosos. La niña extendió su manita hacia el animal, acariciando suavemente su hocico.

El caballo pareció disfrutar de ese gesto cariñoso y movió su cabeza como si estuviera agradecido. Rosa y Miguel, sorprendidos pero felices, observaron cómo Lara interactuaba pacíficamente con el caballo. Era un momento mágico que demostraba la belleza de la conexión entre humanos y animales.

A partir de ese día, Lara desarrolló un amor especial por los animales. Cada vez que veía una vaca o un caballo en una foto o en la televisión, recordaba esa experiencia maravillosa en el ibón.

También aprendió a cuidar del perro Lupo, dándole comida y agua todos los días. Con el tiempo, Lara creció rodeada de libros sobre animales y se convirtió en una defensora de la naturaleza.

Ayudaba a limpiar parques, plantaba árboles y educaba a otros niños sobre la importancia de respetar a todas las criaturas vivientes. Lara nunca olvidó aquel día especial en la montaña donde descubrió su pasión por los animales.

A medida que crecía, siempre buscaba nuevas formas de aprender sobre ellos y protegerlos. Y así fue como una simple excursión se convirtió en un punto crucial en la vida de Lara.

Gracias al encuentro con aquel caballo amigable, ella encontró su vocación: cuidar del mundo natural y sus habitantes para siempre. Fin.

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