Las 3 muñecas de porcelana
En un pequeño pueblo lleno de color, tres muñecas de porcelana vivían en la vitrina de una juguetería. Sus nombres eran Lila, Mía y Tita. Cada una era única: Lila tenía el cabello largo y dorado, Mía era de piel morena con ojos brillantes, y Tita tenía un vestido azul y un moño rojo que le daba un aire travieso.
A menudo, los niños pasaban junto a la juguetería y admiraban a las muñecas, deseando llevarlas a casa. Pero las tres muñecas ansiaban algo más que ser miradas desde lejos: deseaban conocer el mundo. Una noche, mientras la tienda estaba cerrada, se produjo un misterio en el aire.
"¿Alguna vez hemos pensado en salir de aquí?" - preguntó Lila mientras miraba por la ventana.
"¡Me encantaría!" - exclamó Mía con entusiasmo. "He escuchado a los niños hablar sobre el parque y las aventuras que tienen allí."
"Pero, ¿cómo lo haremos?" - preguntó Tita, preocupada. "No podemos salir solas, podríamos rompernos."
La idea de la aventura siguió rondando en sus cabezas y, de repente, un suave viento pareció susurrarles. La brisa hizo que la vitrina se moviera un poco, creando un pequeño resquicio por donde las muñecas podrían escabullirse.
"¡Vamos!" - gritó Lila, llenándose de valentía. Las tres muñecas se miraron con determinación.
Bajo el brillo de la luna, las muñecas se deslizaron por la ventana y, al caer al suelo, se dieron cuenta de que estaban vivas y podían moverse. ¡Era un nuevo mundo lleno de maravillas! Las muñecas comenzaron su aventura por el pueblo.
Primero, llegaron al parque. Allí, los niños jugaban felices, corriendo y riendo. Las muñecas se ocultaron tras un arbusto para observar.
"¡Mira!" - dijo Mía emocionada. "Quiero jugar a la pelota con ellos."
"Pero... no tenemos pies para correr" - respondió Tita, un poco desanimada.
Justo cuando estaban a punto de rendirse, se dieron cuenta de que los niños jugaban a un juego donde todos se unían. Las muñecas levantaron las manos para llamar la atención y, para su sorpresa, un grupo de niños las vio.
"¡Miren!" - gritó un niño de cabello rizado. "¡Son muñecas de verdad!"
Al instante, los niños se reunieron a su alrededor, llenos de curiosidad. Lila, Mía y Tita comenzaron a contarles historias sobre sus aventuras en la juguetería.
"Una vez, una niña me llevó a un baile y fue mágico" - dijo Lila, mientras los niños escuchaban con atención.
Los niños reían y aplaudían, encantados por las historias. Entonces, uno de ellos, Tomás, les dijo:
"¿Quieren jugar con nosotros? Podemos hacer que ustedes sean las reinas del juego."
Las muñecas no podían creerlo. Era su oportunidad perfecta. Jugaron todo el día con los niños, desde carreras de obstáculos hasta juegos de esconder. Pasaron por paisajes de flores, ríos y árboles, y aprendieron a hacer cosas simples pero alegres.
Cuando el sol comenzó a ponerse, las muñecas se sintieron un poco tristes. Sabían que tenían que volver a la juguetería antes de que amaneciera.
"Fue el mejor día de nuestras vidas" - dijo Tita, con una sonrisa radiante.
"¡Sí! Pero ahora tenemos que volver" - recordó Mía, mirando hacia la ciudad.
De regreso, las muñecas se sintieron más unidas que nunca. Habían vivido una aventura inolvidable y aprendido que tenían una voz y un lugar en el corazón de los niños.
Cuando llegaron a la juguetería, se deslizaron de nuevo a su lugar. El dueño, un hombre amable, entró justo al amanecer, y cuando vio a las muñecas en su vitrina, les sonrió.
"Me alegra verlas en su lugar, hermosas como siempre" - dijo el dueño, sin saber el secreto que guardaban.
Desde aquel día, Lila, Mía y Tita siempre sonrieron, recordando que una noche mágica les había mostrado que todos podían encontrar su lugar en el mundo, solo era cuestión de atreverse a soñar y dar el primer paso.
Y así, las muñecas de porcelana aprendieron que lo maravilloso está en vivir experiencias, compartir con los demás y nunca guardar los sueños en una vitrina.
FIN.