Las 3 muñecas de porcelana
En un pequeño pueblo rodeado de montañas verdes, había una antigua tienda de antigüedades. En su interior, había una vitrina donde se encontraban tres muñecas de porcelana. Estas muñecas, llamadas Lila, Marisol y Clara, eran muy especiales. Cada una tenía una personalidad única que brillaba más que sus delicadas sonrisas.
Lila, con su vestido rosa y sus ojos azules, era la más soñadora. Siempre decía:
"Un día, viajaré por el mundo y veré todos los lugares de los que he escuchado en los cuentos".
Marisol, con su vestido verde y cabellos rizados, era la más aventurera. Su frase favorita era:
"¿Por qué quedarnos aquí cuando el mundo está lleno de sorpresas?".
Por último, Clara, vestida de azul, era más reflexiva y siempre pensaba en los demás:
"Tal vez deberíamos utilizar nuestros sueños para ayudar a otros".
Un día, un niño llamado Tomás entró a la tienda. Sus ojos se iluminaron al ver las muñecas.
"¡Qué hermosas son!", exclamó.
Las muñecas, al escuchar su voz, sintieron que debían hacer algo. De pronto, una chispa brilló entre ellas y, por arte de magia, cobraron vida.
"Hola, Tomás", dijo Lila, con una sonrisa.
"Vivo en tu imaginación, pero con un poco de valentía, podemos hacer sueños realidad".
Tomás, sorprendido, sonrió más ampliamente.
"¿De verdad pueden ayudarme?".
"Por supuesto", respondió Marisol, brincando alegremente.
- “¿Qué te gustaría hacer?".
Tomás miró por la ventana y vio a su amiga Sofía, triste porque no tenía con quién jugar.
"Quiero que Sofía sea feliz".
Las muñecas se miraron y Lila dijo:
"Entonces, ¡hagamos un plan!".
Marisol propuso:
"Podemos hacer una búsqueda del tesoro para que ella se divierta".
"Y yo me encargaré de que todos los niños participen", agregó Clara.
Dicho y hecho. Los tres viajaron al parque, mientras Lila, Marisol y Clara se preparaban para llevar alegría a todos. Juntos, se organizaron y, en un instante, cada uno tenía un papel que cumplir.
El día de la búsqueda del tesoro, Sofía se sintió curiosa y decidió unirse.
"¿Qué es este juego?" preguntó, con una mirada intrigada.
"Es un juego para divertirnos y encontrar un gran tesoro", respondió Tomás, guiándola.
Cada pista los llevó a diferentes rincones del parque, y pronto, más niños se unieron. Todos reían al seguir las pistas escritas a mano, decoradas con dibujos que habían hecho las muñecas. Se contaron historias y chistes mientras buscaban.
"¡Miren!", gritó una niña.
"¡Encontré algo!"
Era una caja llena de sorpresas, globos y golosinas. Todos gritaban de alegría y bailaban alrededor de la caja. Sofía, al ver la felicidad en los rostros de sus amigos, sonrió por primera vez en mucho tiempo.
"Gracias, Tomás. No sabía que podía ser tan feliz hoy".
Al caer la tarde, las muñecas decidieron que era tiempo de regresar a la vitrina.
"Hicimos un gran trabajo", dijo Clara, con una sonrisa satisfecha.
"No solo hicimos feliz a Sofía, también unimos a todos para jugar juntos", añadió Lila.
"¿Qué haremos la próxima vez?", preguntó Marisol, con su mirada llena de aventuras.
Tomás, al recordar el brillo en los ojos de sus amigos, aseguró:
"Podemos hacer más juegos y ayudar a otros que estén tristes".
"¡Eso es!", gritaron juntas las muñecas.
"Siempre podremos hacer sonreír a alguien".
Y así, cada vez que había niños tristes o aburridos, Tomás y sus muñecas de porcelana los ayudaban a encontrar alegría y amistad. Las muñecas nunca olvidaron que el verdadero tesoro no eran los objetos, sino la felicidad compartida con los demás.
Y así, en aquel pequeño pueblo, donde la risa y el juego llenaron el aire, las tres muñecas de porcelana y un niño llamado Tomás se convirtieron en los mejores amigos de todos, recordando siempre que, con un poco de sueño, valentía y amor, se pueden lograr grandes cosas.
Fin.
FIN.