Las 7 llamas y su pastorcita
Érase una vez en un hermoso valle en las montañas de Argentina, donde siete llamas juguetonas vivían con su querida pastorcita, Sofía. Sofía era una niña valiente y llena de sueños, que pasaba sus días cuidando a sus llamas y explorando la naturaleza.
Un día, mientras jugaban en el prado, Sofía les dijo a las llamas:
"Hoy haremos una gran aventura, ¡vamos a explorar la cima de la montaña!"
Las llamas, emocionadas, respondieron al unísono:
"¡Sí, sí! Queremos ver el mundo desde lo alto."
Cuando llegaron a la base de la montaña, Sofía miró hacia arriba y se dio cuenta de que el camino sería difícil. Había rocas sueltas y algunos tramos empinados. Aún así, con determinación, empezó a subir.
Después de un rato, una de las llamas, que se llamaba Lila, se detuvo y dijo:
"Sofía, esto es más difícil de lo que pensé. Creo que no puedo seguir."
Sofía la miró y respondió con cariño:
"Lila, no te preocupes. ¡Todos podemos hacerlo si nos ayudamos entre nosotros!"
Entonces, Sofía tomó una cuerda que llevaba en su mochila y ató a Lila, asegurándose de que estuviera lista para seguir. Las demás llamas, inspiradas por el coraje de Sofía, decidieron que tampoco se rendirían.
Cuando llegaron a un lugar donde había un enorme precipicio, Sofía vio que había que saltar a una piedra que estaba justo al otro lado. Todas las llamas se asustaron un poco, especialmente la más pequeña, que se llamaba Chispita.
"¡No puedo saltar! ¡Es muy alto!"
Sofía se agachó junto a Chispita y le dijo:
"Mirá, Chispita, no estás sola. Vamos a contar hasta tres y saltaremos juntas, ¿te parece?"
Chispita asintió, todavía dudosa.
"De acuerdo..."
Ambas llamas tomaron impulso y saltaron al mismo tiempo. Una vez que aterrizaron en la piedra, Chispita gritó:
"¡Lo logré! ¡Pude saltar!"
"¡Ves! Te dije que podías hacerlo. Juntas somos más fuertes," le respondió Sofía, sonriendo.
Finalmente, después de mucha colaboración y risas, llegaron a la cima de la montaña. El paisaje era asombroso, con valles verdes y ríos brillando bajo el sol. Sofía se sentó en la hierba mientras las llamas se posaban a su alrededor.
"¿Ves lo que conseguimos? ¡Fuimos valientes y no nos rendimos!"
Las llamas respondieron:
"¡Gracias, Sofía! Sin tu ayuda no podríamos haber llegado aquí."
De repente, vieron a lo lejos un grupo de animales que parecían estar en problemas. Un ciervo se había enredado en unas ramas, incapaz de liberarse. Sofía, sin dudarlo, se levantó y dijo:
"¡Tenemos que ayudarlo!"
Las llamas, llenas de espíritu de cooperación, se acercaron.
"Lila, usa tu cuello fuerte para empujar las ramas. Y Chispita, ven a cuidar al ciervo mientras yo lo ayudo a liberarse."
Con trabajo en equipo, Lila logró despejar el camino y Sofía le dijo al ciervo:
"Ya estás a salvo. ¡Puedes irte!"
El ciervo, agradecido, hizo un salto de alegría, mientras todos los animales del lugar comenzaron a aplaudir y a sonar.
Luego de ayudar al ciervo, Sofía se dio cuenta de que la aventura había enseñado algo muy importante.
"Chicos, lo que hemos hecho hoy prueba que cuando unimos fuerzas, siempre nos va mejor. Siempre hay que ayudar a los demás."
Las llamas asintieron, sabiendo que ahora podían enfrentar cualquier desafío juntas. Así, Sofía y sus siete llamas regresaron a casa, no solo como un grupo, sino como una verdadera familia. Y desde ese día, cada vez que se enfrentaban a obstáculos, recordaban la aventura de la montaña y cómo, con amor y cooperación, todo es posible.
FIN.