Las Abentolas de Angely
En un pequeño pueblo llamado Luzadia, donde el sol siempre brillaba y las flores florecían de colores vibrantes, vivía una joven llamada Angely. Angely era conocida por su gran corazón y su curiosidad infinita. Le encantaba explorar la naturaleza, recogiendo flores y observando a los animales que la rodeaban. Pero había algo que la fascinaba más que cualquier otra cosa: las abentolas.
Las abentolas eran criaturas mágicas que, según los cuentos que le contaba su abuela, vivían en lo profundo del bosque y tenían el poder de hacer realidad los sueños de aquellos que las encontraban. “-Recuerda, Angely, para encontrar a una abentola, ten que ser siempre alegre y mantener tu corazón abierto a la amistad-” le decía su abuela.
Un día, mientras exploraba cerca de un arroyo, Angely escuchó un suave murmullo que provenía de un arbusto. Era un grupo de mariposas de colores brillantes que bailaban a su alrededor. Excitada, Angely exclamó: “-¡Qué hermosas son! Deben saber dónde están las abentolas.-”
Las mariposas se acomodaron en la rama de un árbol y una de ellas, la más grande y colorida, se acercó a Angely. “-Hola, Angely. Somos las mariposas divertidas. Las abentolas están cerca, pero solo podrás encontrarlas si te atreves a seguir un misterioso mapa.-”
“-¿Un mapa? ¿Dónde está? ¡Quiero encontrar a las abentolas! -” respondió Angely, con los ojos brillantes de emoción.
“-Sigue el camino lleno de flores rojas hasta el lago cristalin0. Allí verás un árbol gigante. Pero ten cuidado, porque las aventuras a veces están llenas de sorpresas.-” replicó la mariposa.
Angely se despidió de las mariposas y siguió el camino que le habían indicado. Mientras caminaba, empezó a ver las flores rojas y el sol brillaba con más fuerza. Pero de repente, se dio cuenta de que el camino se bifurcaba: uno de los caminos era muy oscuro y el otro estaba lleno de luz.
“-Debo elegir el camino correcto,-” pensó Angely. Entonces recordó las palabras de su abuela: “-Mantén tu corazón abierto a la amistad.-”
“-Creo que iré por el camino claro,-” decidió. Y así lo hizo. Al final, llegó al lago cristalino, donde se reflejaba el cielo azul. Al llegar, vio el enorme árbol que le habían descrito. Pero no había abentolas a la vista.
“-Puedo hacer que mis sueños se hagan realidad,-” se dijo a sí misma. Decidió que haría una pequeña canción de alegría, como siempre hacía. Ella comenzó a cantar con toda su energía: “-¡Canto a la luna, canto al sol, traigan a las abentolas con mi canción! -”
Y de pronto, el aire se llenó de destellos. Cuatro abentolas brillantes aparecieron ante ella. “-¡Nos has llamado con tu alegría, Angely! -” dijeron al unísono. “-Y hoy tenemos un regalo especial para vos.-”
“-¡Sí, por favor! ¿Qué es? -” preguntó Angely, entusiasmada.
“-Te otorgamos el don de la amistad. Cada que sonrías y ayudes a otros, habrá una abentola a tu lado, recordándote que tu alegría inspira a los demás.-” respondieron.
Angely no podía creerlo. Desde ese día, la joven compartió su alegría con todos en Luzadia. Se convirtió en una amiga para cada niño y niña, ayudando a todos a encontrar la felicidad en cada momento, como hizo con la canción junto al lago. Y nunca dejó de buscar a aquellas mágicas abentolas que llenaban su mundo de luz.
Así, el pequeño pueblo aprendió que la verdadera magia reside en la amistad y en el poder de las sonrisas. Angely se hizo conocida como la niña de las abentolas, y cada vez que alguien la veía sonreír, sabía que la magia siempre estaba cerca.
Y así, Angely vivió muchas aventuras con sus amigos, siempre fiel a la enseñanza de su abuela: “-El corazón abierto es el camino hacia la verdadera felicidad.-”
FIN.