Las Adas y el Orco



Érase una vez, en un bosque encantado, un grupo de adas muy traviesas que pasaban sus días volando entre flores y jugando en los ríos cristalinos. Cada una de ellas tenía un poder especial: Lila podía hacer crecer plantas, Brisa tenía el don de controlar el viento, y Sol podía hacer que cualquier lugar se iluminara con el sol.

Un día, mientras jugaban a las escondidas, Lila voló un poco más lejos de lo permitido y se encontró con un claro que nunca había visto antes. Al asomarse, vio a una criatura grande y robusta: ¡un orco!"¡Ay, qué desastrito! ¿Qué hace un orco en nuestro bosque?" - exclamó Lila, comenzando a sentir miedo, ya que había escuchado historias de orcos que se llevaban a las adas lejos de sus hogares.

Pero Brisa, siempre curiosa, se acercó un poco más y dijo:

"¡Esperen! No lo juzguemos sin conocerlo primero. Voy a hablar con él."

Brisa voló hasta el orco, que estaba sentado al lado de un gran árbol, con una expresión triste en su rostro.

"Hola, gran orco. Soy Brisa, y estas son mis amigas Lila y Sol. ¿Por qué estás tan triste?" - preguntó la hada, con su voz suave.

El orco, sorprendido, respondió:

"¡Hola, pequeñas! Me llamo Grom. Estoy triste porque los demás del bosque me evitan, y nunca puedo jugar como ustedes. Soy muy grande y todos piensan que soy peligroso, pero sólo quiero amigos."

Lila, que había estado observando desde atrás, se sintió un poco culpable por haberlo juzgado sin conocerlo. Dijo:

"Pero no se ve peligroso, se ve más bien solitario. ¿Qué pasaría si te invitan a jugar, Grom? ¿Te gustaría?"

Grom asintió con la cabeza, un brillo de esperanza en sus ojos verdes.

"Me encantaría, pero nunca nadie lo hace."

Las adas se miraron y comprendieron que tenían que hacer algo. Juntas, comenzaron a inventar juegos en los que todos pudieran participar. Primero, intentaron una carrera.

"¡Todo el mundo puede correr, siempre y cuando haya diversión!" - gritó Sol.

Grom, a pesar de su gran tamaño, se movía con cuidado para no asustar a las adas.

Después de jugar un rato, Grom se sintió más cómodo. La sonrisa en su rostro era contagiosa, y pronto se unieron otros animalitos del bosque que habían estado observando desde lejos. Al final del día, el orco enseñó a las adas un juego que había jugado en su infancia, que se trataba de hacer grandes pirámides con las ramas y hojas del bosque.

"¡Eso es muy divertido!" - rieron las adas mientras construían.

Con el tiempo, la leyenda de Grom se esparció por todo el bosque. Cada vez más criaturas se unían a ellos, y el orco ya no era visto como un monstruo, sino como un gran amigo.

Un día, las adas decidieron hacer una gran fiesta para celebrar la nueva amistad. Prepararon decoraciones con flores y luces brillantes, y a la tarde, Grom se ofreció para ayudar, levantando ramitas para hacer toldos grandes y acogedores.

"Miren, ¡soy versátil!" - dijo con orgullo mientras se acomodaba en el centro, manejando los adornos sin que nadie se sintiera asustado.

La fiesta fue un gran éxito, y todos bailaron y rieron hasta caer de cansados. Lila, Brisa y Sol se dieron cuenta de que habían aprendido una gran lección: no se puede juzgar a alguien por su apariencia, y a menudo, detrás de un exterior fuerte, se puede encontrar un gran corazón.

Desde aquel día, las adas y Grom pasaron muchas aventuras juntos, y su amistad se volvió un símbolo de inclusión para todos en el bosque encantado. Fin.

FIN.

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