Las Adivinanzas de la Abuela
Era una tarde soleada en un pequeño barrio de Buenos Aires. Abuela Clara, una mujer de espíritu joven y sabiduría infinita, estaba sentada en su jardín rodeada de flores de todos los colores. Junto a ella jugaban sus dos pequeñas nietas, Sofía y Valentina, que siempre estaban curiosas por aprender algo nuevo.
"Abuela, ¿por qué tenés tantas flores?" - preguntó Sofía, acariciando una rosa roja.
"Cada flor tiene su historia, querida. Cada una ha crecido a su manera, enfrentando tormentas y sequías, pero siempre, siempre, buscando la luz del sol" - respondió Abuela Clara, sonriendo.
Valentina, con sus ojos grandes y curiosos, miró a su abuela y dijo:
"¿Cómo hacen para no rendirse, abuela?"
La abuela dejó su maceta por un momento y, con una risa suave, contestó:
"Eso, mi amor, es porque son resilientes. Te voy a contar una historia de cuando era joven, algo que me enseñó a ser fuerte".
Y así comenzó la historia...
Era un día de verano en su infancia, y Abuela Clara había soñado con participar en la competencia de bicicleta del barrio. Todas las niñas del lugar se preparaban, pulían sus bicis y ensayaban trucos, pero Clara tenía una bicicleta vieja y desgastada, llena de parches.
"No puedo competir con esta bicicleta, no tengo la misma oportunidad que las demás" - pensó Clara, casi quebrada. Pero decidió que no se rendiría tan fácilmente.
Ella comenzó a practicar todos los días en el parque, montando su bicicleta y ensayando su mejor sonrisa. Cada caída la hacía sentir un poco lastimada, pero cada vez que caía sabía que podía levantarse.
Cuando llegó el día de la competencia, Clara se sentía nerviosa pero emocionada. Observó cómo las otras chicas, con sus bicicletas brillantes y nuevas, parecían tener una ventaja.
"No creo que lo logre" - murmuró para sí misma, pero recordó todas las veces que había practicado.
La carrera comenzó, y Clara pedaleó con todas sus fuerzas. Las otras chicas rápidas estaban en la delantera, pero Clara no se dio por vencida. En la primera vuelta, sufrió una caída, y todas las demás la adelantaron, pero ella recordó las palabras de su madre: "Siempre levántate, aunque cueste". Se sacudió el polvo, subió a su bici nuevamente y continuó.
Sufrió mucho, pero con cada pedalada iba acumulando fuerza, emocionando a quienes contemplaban la carrera. Se dio cuenta de que lo importante no era ganar, sino participar y no rendirse. A medida que pasaban las vueltas, logró alcanzar a una de sus amigas, luego a otra y al final, se encontró en el tercer lugar. Aunque no ganó, su esfuerzo fue reconocido por todos.
"¡Clara! Eres increíble, ¡lograste hacerlo!" - gritaron sus amigos al cruzar la línea de meta.
Ese día, Abuela Clara aprendió que los obstáculos son parte de la vida y que la verdadera victoria radica en levantarse cada vez que uno cae.
Volviendo al presente, Abuela Clara miró a Sofía y Valentina, que escuchaban la historia con fascinación.
"Así que, mis amores, cuando se sientan desanimadas o piensen que no pueden, recuerden a las flores y a su abuela. Siempre pueden levantarse y seguir adelante, igual que yo con mi bicicleta. Eso es la resiliencia" - les dijo con amor.
Las pequeñas sonrieron, emocionadas y decididas.
"A partir de hoy, vamos a practicar nuestra resiliencia, abuela" - dijo Valentina, mientras abrazaba su bicicleta nueva.
Abuela Clara las miró con orgullo, sintiendo que su legado de fuerza y amor quedaría grabado en el corazón de sus nietas. Y así, en cada caída y en cada desafío, las niñas aprenderían a levantarse, florecer y seguir buscando siempre la luz del sol.
FIN.