Las Aguas de Gotilandia



Había una vez un pueblo muy lindo, llamado Gotilandia, donde vivían muchas gotitas de agua. Las gotitas eran felices porque ayudaban a las personas a beber, a regar las plantas y a jugar en los charcos.

Un día, las gotitas empezaron a notar algo extraño: ¡cada vez había menos de ellas en los ríos y charcos! La alarmante situación les hizo reunirse en la gran gota central, una hermosa gota de agua que brillaba como el sol.

"¡Amigas!" - dijo Goti, una de las gotitas más pequeñas y curiosas. "¿Por qué creen que estamos desapareciendo?"

"No lo sé, Goti," - respondió Roci, una gotita más grande y sabia. "Pero algo no está bien. Ayer vi a un grupo de niños jugando en el parque, y habían hecho un charco con la manguera, ¡pero no lo cuidaron! Se desperdició un montón de agua..."

Las gotitas se miraron preocupadas.

"¿Y si vamos a hablar con los niños?" - propuso Zumpi, un gota aventurera que siempre estaba lista para una nueva misión. "Quizás ellos no saben lo importante que es cuidar el agua.

Decidida, la comunidad de gotitas se preparó para hacer su primera visita a los humanos. Esa tarde, se deslizaron por la lluvia y se acercaron a un grupo de niños que jugaban cerca de un charco.

"¡Hola, niños!"

Los niños se quedaron sorprendidos al ver a las gotitas hablando con ellos.

"¿Quiénes son ustedes?" - preguntó una niña llamada Lupe, con los ojos bien abiertos.

"¡Nosotros somos las gotitas de Gotilandia!" - exclamó Goti. "Estamos aquí porque necesitamos su ayuda. ¡Estamos desapareciendo y necesitamos que cuiden mejor el agua!"

Los niños se miraron entre sí, sin saber si reírse o ayudar.

"Pero, ¿cómo podemos ayudar?" - preguntó Tomi, el niño más grande.

"Es sencillo. Cada vez que usen agua, piensen si realmente la necesitan. Cierren la canilla mientras se cepillan los dientes, y si ven un charco, ¡no lo dejen secar!"

Los niños reflexionaron por un momento.

"Nunca pensamos en eso!" - dijo Lupe. "Nos divertimos tanto sin darnos cuenta de cuánta agua desperdiciamos..."

"¿Y si hacemos un juego?" - sugirió Roci, entusiasmada. "Podemos hacer un reto de cuidado del agua, y cada vez que ahorremos agua, lanzaremos un festival en Gotilandia!"

Los niños aplaudieron con alegría. Empezaron a hacer carteles de concientización y a comentarle a otros amigos y familiares sobre el cuidado del agua.

Con el tiempo, la comunidad y las gotitas empezaron a notar un cambio. Cada vez que pasaban junto a un charco, los niños jugaban de forma responsable, reutilizando y cuidando el agua.

Una semana después, Gotilandia estaba reverdeciendo. Todo estaba lleno de sonrisas, risas y juegos. Sin embargo, algo más mágico estaba sucediendo. Las gotitas empezaron a notarse más presentes y felices.

"¡Miren!" - exclamó Zumpi un día. "¡Hay más de nosotras!"

Roci miró con amor y orgullo a su comunidad.

"¡Hicimos un gran trabajo!" - dijo con alegría. "Cuando las personas cuidan de nosotros, ¡nosotros podemos seguir ayudándolos!"

Desde entonces, cada año, Gotilandia celebró un día del agua, donde todos, gotitas y humanos por igual, se unían para aprender, jugar y compartir la alegría del agua que tanto necesitaban y cuidaban. Porque en Gotilandia, entendieron algo muy importante: cuidar el agua era cuidar de su mundo.

Colorín colorado, ¡este cuento se ha acabado!

FIN.

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