Las Aguas de la Alegría



Era una mañana radiante en el pequeño pueblo de Villa Esperanza. Madelyn, junto a su hermana Sofía, su mamá Esmeralda y su papá David, se preparaban para una jornada de trabajo que les llenaría el corazón de alegría. La familia se dedicaba a llenar las pipas de agua que luego distribuían en las casas del barrio.

"¡Mirá Sofía, ya salió el sol! Va a ser un gran día para trabajar", dijo Madelyn mientras se peinaba frente al espejo.

"Sí, pero no olvides que después de trabajar vamos a comer pan dulce con café, eso es lo que más me gusta", respondió Sofía con una sonrisa.

Los cuatro se subieron a la camioneta, lista para comenzar su día. Papá David arrancó el motor y, con entusiasmo, dijo:

"Hoy vamos a visitar a Doña Clara, que siempre nos recibe con una sonrisa y un buen ofrecimiento. Ella tiene una fea pérdida de agua en su casa, así que tendremos que ayudarla primero".

Llegaron a la casa de Doña Clara, que parecía preocupada.

"¡Hola Doña Clara!", saludó Esmeralda.

"Hola, familia. Gracias por venir, creo que tengo un problema con la cañería".

Mientras revisaban las cañerías, Sofía se dio cuenta de que había algo más que agua desperdiciada. Las plantas alrededor de la casa estaban marchitas y tristes.

"¿Por qué no regás las plantas, Doña Clara?", preguntó Sofía, sorprendida.

"¡Ay, pequeña! Esta cañería no me deja", suspiró Doña Clara.

"Esperen, tengo una idea!", gritó Madelyn.

Las niñas, con la ayuda de su papá, idearon un sistema de tubos conectados que permitiría aprovechar el agua que se perdía.

"Podemos hacer que el agua que sobra de la cañería vaya directo a tus plantas", dijo Madelyn entusiasmada.

"¡Eso sería maravilloso!", se alegró Doña Clara.

Mientras trabajaban, escucharon un extraño crujido.

"¿Qué fue eso?", preguntó Sofía asustada.

"No lo sé, pero hay que tener cuidado", dijo David con seriedad.

A medida que continuaban su tarea, una ardilla traviesa apareció y causó un pequeño desorden.

"¡La ardilla está jugando con las mangueras!", rió Sofía.

"Vamos a ayudarla a que no se enredes", sugirió Madelyn.

"Espera, las ardillas vagan mucho en los días soleados, trata de no asustarla", aconsejó Esmeralda.

Finalmente, lograron terminar el trabajo en la casa de Doña Clara, y ella les ofreció un delicioso pan dulce con café.

"¡Esto es el mejor premio después de un día de trabajo!", exclamó Madelyn mientras disfrutaba de la golosina.

"Sí, lo hicimos por ayudar, pero también porque la familia siempre debe disfrutar junta", agregó Sofía.

Con el estómago lleno y el corazón contento, la familia partió a su siguiente destino, sintiéndose tan felices de contribuir al bienestar de su comunidad.

"Recuerden, chicas, el agua no solo es esencial, también es un recurso que debemos cuidar", les dijo David mientras manejaba.

"¡Eso lo sabemos, papá!", respondieron las niñas al unísono, con una sonrisa y el deseo de seguir ayudando.

A lo largo del día, visitaron varias casas más, siempre tratando de animar a quienes encontraban con su trabajo y su alegría. Cuando el sol empezó a ponerse, regresaron a casa cansados pero felices.

"Hoy fue un buen día", dijo Esmeralda mientras se preparaban para descansar.

"Sí, y aprendimos que el trabajo en familia es el mejor de todos", concluyó Madelyn.

"Y que siempre podemos encontrar formas creativas de ayudar a los demás", agregó Sofía.

Desde ese día, Madelyn, Sofía, Esmeralda y David sabían que, aunque su trabajo era duro, la alegría de ayudar a otros lo hacía todo más especial.

FIN.

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