Las alas de Betza



Betza era una niña muy inteligente y creativa, pero a menudo se sentía insegura y tenía miedo de intentar cosas nuevas.

Esto se debía a que había crecido en un hogar donde siempre le decían que no era lo suficientemente buena o inteligente para hacer algo bien. Además, Betza había sufrido algunas heridas emocionales cuando era más joven, como la pérdida de un ser querido y el divorcio de sus padres.

Estas experiencias habían dejado cicatrices en su corazón y la hacían sentirse sola e incomprendida a veces. Un día, mientras caminaba por el parque, Betza encontró una pequeña mariquita que estaba luchando por volar.

Ella decidió ayudarla soplando con cuidado sobre ella hasta que finalmente logró alzar vuelo. La mariquita se detuvo en una hoja cercana y miró hacia atrás para sonreírle a Betza antes de desaparecer. Betza se sintió feliz al ver que había ayudado a alguien más pequeño y vulnerable que ella misma.

Decidió seguir explorando el parque y encontró un grupo de niños jugando juntos cerca del estanque. Se acercó tímidamente para observarlos desde lejos. "¡Hola!", dijo uno de los niños al darse cuenta de que Betza estaba allí.

"¿Quieres jugar con nosotros?"Betza sintió miedo ante la idea de unirse a ellos, pero recordó cómo había ayudado a la mariquita momentos antes. Decidió tomar valor y aceptar la invitación.

Jugar con los otros niños fue divertido e hizo olvidar momentáneamente las creencias limitantes que había adquirido en su hogar. Incluso descubrió que era buena en algunos juegos y que los otros niños disfrutaban de su presencia.

Pero cuando llegó la hora de irse, Betza comenzó a sentir el miedo y la inseguridad regresar. "¿Qué pensarán ellos de mí?", se preguntaba mientras caminaba sola hacia casa. De repente, un pequeño perro callejero apareció corriendo detrás de ella.

Betza se asustó al principio, pero luego notó cómo el perro parecía estar sonriendo mientras corría a su lado. "¡Hola amiguito!", exclamó Betza emocionada mientras acariciaba al cachorro.

"¿Quieres ser mi amigo?"El cachorro ladró felizmente en respuesta y continuaron caminando juntos hasta llegar a la casa de Betza. En ese momento, ella se dio cuenta de que no estaba sola después de todo.

Tenía amigos como la mariquita del parque, los niños con quienes había jugado y ahora este pequeño perro callejero. Betza aprendió una lección importante ese día: no importa cuántas creencias limitantes o heridas emocionales tengamos, siempre podemos encontrar amigos dispuestos a ayudarnos a superar nuestros miedos e inseguridades si estamos abiertos a ello.

Desde entonces, Betza comenzó a hacer más amigos y probar cosas nuevas sin importar lo que dijeran sus viejas creencias limitantes. Aprendió que podía hacer cualquier cosa si se lo proponía y confiaba en sí misma.

Y así fue como Betza encontró la felicidad en las cosas más simples gracias a los amigos que hizo por el camino.

FIN.

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