Las alas de Regina



En un colorido pueblo llamado Arcoíris, vivía una mujer llamada Regina, conocida por su gran dulzura y su amor hacia los animales. Cada día, al amanecer, Regina se sentaba en su jardín acompañada de su pequeño perro, Toby. Era un lugar mágico donde las flores nunca dejaban de brillar y los pájaros cantaban melodías alegres.

Sin embargo, la vida de Regina no era tan encantadora como su jardín. Su esposo, Martín, había empezado a ser una sombra en su felicidad. En lugar de ser su compañero, cada día le decía cosas hirientes.

"No servís para nada, Regina", le decía con desdén.

Regina, aunque dolida, siempre respondía con una sonrisa forzada, tratando de no hacer olas.

Con el tiempo, Regina se sintió más y más atrapada, como un pájaro enjaulado. Pero, un día, mientras alimentaba a las aves en su jardín, se le acercó la anciana del pueblo, Doña Clara, una mujer sabia que siempre había tenido un don para entender el corazón de los demás.

"Regina, querida, te veo triste. ¿Qué sucede?", preguntó Doña Clara.

Regina, por primera vez, decidió abrir su corazón.

"Siento que no merezco ser feliz. Martín dice que soy inútil... a veces creo que tiene razón."

Doña Clara la miró con ternura.

"Nadie tiene derecho a quitarte tu alegría, Regina. Recuerda que tienes alas; solo necesitas encontrarlas."

Intrigada por sus palabras, Regina se quedó reflexionando. A partir de ese día, comenzó a buscar su propia fortaleza. Habló con las mujeres del pueblo, y se dio cuenta de que no estaba sola; muchas de ellas también habían enfrentado dificultades. Hicieron un grupo en el que compartían sus historias, se apoyaban y se animaban a ser valientes.

Regina descubrió su pasión por pintar y comenzó a retratar su jardín, las aves y todo lo que la hacía feliz.

"¡Tus pinturas son hermosas!", le dijo una de sus amigas, Lucía. "Deberías exponerlas al pueblo."

Regina dudó, temerosa de lo que pudiera decir Martín.

"Pero, ¿si él no quiere?"

"Eso no importa. Lo que importa es que te sientas libre", la animó Lucía.

Finalmente, Regina reunió valor y organizó una exposición en el centro de Arcoíris. El día de la exposición, su jardín lleno de colores atrajo la atención de todos. Los habitantes del pueblo quedaron maravillados con sus obras y la felicitaron.

Entre la multitud, Martín llegó molesto.

"¿Qué haces aquí, Regina? No deberías perder el tiempo con estas tonterías."

Pero esta vez, Regina sintió que dentro de ella había una chispa.

"No son tonterías, Martín. Esto es parte de quien soy, y siento que finalmente estoy encontrando mis alas."

Los presentes se quedaron en silencio, asombrados por la determinación de Regina. Doña Clara se acercó y dijo:

"Cada uno de nosotros tiene derecho a ser quien es, Regina, y a volar alto cuando lo desee."

Martín miró a su alrededor, sintiendo que la atmósfera había cambiado. La gente comenzó a aplaudir, y Regina sintió una ola de alegría que la envolvía. En ese momento, comprendió que no podía permitir que Martín o nadie más la mantuvieran en el suelo.

Después de aquel día, Regina continuó su camino de autodescubrimiento. Tomó clases de arte, organizó más exposiciones y comenzó a ayudar a otras mujeres a encontrar su voz. Cada día se sentía más libre y reconocía su valor. Siguió pintando y creando un entorno donde todas las mujeres del pueblo podían expresarse sin temor.

Finalmente, Martín, viendo la felicidad que había perdido, se alejó de la vida de Regina, quien ya no lo necesitaba para brillar. Y así, convertida en un símbolo de fortaleza, Regina voló alto, sabiendo que siempre había tenido las alas dentro de ella.

Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.

FIN.

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