Las alas del silencio


Había una vez en una pequeña escuela de un barrio tranquilo, dos estudiantes muy diferentes entre sí. Por un lado, estaba Martín, un chico tímido y reservado que nunca decía una palabra.

Y por otro lado, estaba Sofía, una niña extrovertida y habladora que siempre tenía algo que decir. Ambos compartían el mismo banco escolar en su salón de clases.

Al principio, la situación parecía imposible: Martín quería estar en silencio mientras Sofía no podía dejar de hablar ni por un segundo. Pero a medida que pasaba el tiempo, algo mágico comenzó a suceder. Un día, durante las clases de matemáticas, la maestra les pidió a los alumnos que trabajaran en parejas para resolver unos problemas.

Todos se apresuraron a encontrar compañeros y formar equipos ruidosos llenos de risas y charlas animadas. Sin embargo, Martín y Sofía se quedaron solos en su banco. Martín miró tímidamente hacia Sofía y ella le sonrió con entusiasmo.

"-¿Quieres ser mi pareja?"-, preguntó ella emocionada. Aunque Martín no respondió verbalmente, asintió con la cabeza y comenzaron a trabajar juntos. Sorprendentemente, mientras resolvían los problemas matemáticos juntos, Martín encontró su voz interior.

En lugar de hablar en voz alta como lo hacía Sofía, él empezó a pensar sus respuestas mentalmente antes de escribirlas o señalarlas con gestos sutiles.

A medida que avanzaban las semanas, Martín se volvió más cómodo expresándose frente a Sofía sin usar palabras. Ella entendía sus gestos y expresiones, y siempre le daba ánimos con sonrisas y aplausos. Juntos, se convirtieron en un gran equipo. Un día, la maestra anunció que el colegio organizaría una competencia de talentos.

Todos los estudiantes estaban emocionados por mostrar sus habilidades especiales frente a toda la escuela.

Sofía sabía exactamente lo que quería hacer: ¡un número de baile espectacular! Martín no estaba seguro de qué hacer, pero Sofía lo animó a que participara también. "-¡Tú tienes algo especial dentro tuyo! ¡Seguro puedes sorprendernos a todos!"-, le dijo con entusiasmo. Inspirado por las palabras de su amiga, Martín decidió mostrar su talento para el arte del origami.

Durante semanas practicó en secreto cómo doblar papel y crear hermosas figuras. Finalmente llegó el día del evento. Sofía subió al escenario bailando con gracia y energía mientras la audiencia aplaudía emocionada. Luego fue el turno de Martín.

Con manos temblorosas, comenzó a doblar un pedazo de papel en silencio mientras todos observaban con curiosidad. A medida que las figuras empezaron a tomar forma, la sala se llenó de asombro y admiración.

Martín había creado una mariposa elegante y detallada que parecía cobrar vida misma frente a los ojos de todos. El público estalló en aplausos mientras Sofía abrazaba emocionada a su amigo sin parar de hablar sobre lo increíble que había sido su actuación.

Desde aquel día, Martín encontró su voz interior y comenzó a expresarse de diferentes maneras. Aunque todavía era un chico tranquilo, descubrió que podía comunicarse con el mundo a través de su arte y sus gestos.

Sofía también aprendió una valiosa lección: la importancia de escuchar y dar espacio a los demás. Aprendió que todos tenemos algo especial dentro de nosotros, incluso aquellos que no hablan en voz alta. Y así, Martín y Sofía se convirtieron en amigos inseparables.

Juntos demostraron que las diferencias no deben separarnos, sino unirnos para aprender y crecer juntos. Y desde entonces, cada vez que compartían el mismo banco escolar, el silencio y las palabras se complementaban en perfecta armonía.

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