Las Amigas del Nuevo Comienzo



Era un día brillante de febrero cuando el timbre de la secundaria sonó, anunciando el inicio de un nuevo año escolar. María, una chica de ojos curiosos y una sonrisa contagiosa, estaba nerviosa. No obstante, su entusiasmo por conocer a sus compañeros era mayor que su ansiedad. Apenas entró al aula, se dio cuenta de que algo inusual estaba ocurriendo.

De repente, la puerta se abrió de golpe y una nueva chica apareció. Todos los ojos se giraron hacia ella. Era Valentina, una chica de cabello rizado y cálido. La profesora la presentó:

"Chicos, esta es Valentina. Ella se une a nosotros desde otra escuela. Quiero que la reciban con un aplauso."

María aplaudió con fuerza, aunque no sabía que ese sencillo gesto cambiaría su vida.

Con el paso de los días, Valentina demostró ser muy inteligente, siempre tenía una respuesta lista para cada pregunta y su alegría era contagiosa. En su primer día, hizo una gran amiga, Antonela, otra chica que se unió a su grupo de estudio. Juntas, las tres formaron un fuerte lazo de amistad.

"Vamos a estudiar juntas para el examen de historia, así no se nos escapa nada", sugirió Valentina con entusiasmo.

"¡Sí! Me encanta estudiar en grupo!" dijo María.

En las semanas siguientes, las chicas pasaron horas juntas, ayudándose a entender las materias. Pero no todo era estudio. ¡También había tiempo para divertirse! Hicieron una tarde de juegos, donde se retaron a ver quién podía resolver los rompecabezas más difíciles.

Un día, mientras María estaba en la cancha de deportes, escuchó a Valentina hablando con Antonela.

"No puedo esperar al torneo de matemáticas. Estoy un poco nerviosa, pero quiero que seamos un equipo increíble", decía Valentina.

María se acercó y dijo:

"¿Puedo unirme a su equipo también? Siempre quise participar en una competencia de matemáticas."

Ambas chicas la miraron sorprendidas pero felices.

"¡Por supuesto! Cuantas más seamos, mejor", respondió Antonela.

De repente, el torneo se convirtió en la obsesión del grupo. Cada tarde, después de clases, estudiaban fórmulas, resolvían problemas y compartían estrategias. Sin embargo, a medida que el día del torneo se acercaba, María comenzó a sentir presión.

Una tarde, mientras se preparaban, María se sintió abrumada y se lo confesó a sus amigas.

"Tengo tanto miedo de no ser lo suficientemente buena. ¿Y si no conseguimos un buen resultado?"

Valentina, siempre llena de energía y optimismo, le respondió:

"Lo importante es que disfrutemos del proceso. Hemos aprendido juntas y eso es lo que cuenta."

Por primera vez, María sonrió y se sintió un poco más tranquila. El día del torneo, el auditorio estaba lleno de equipos de diferentes escuelas. María, Valentina, y Antonela estaban listas. Cuando les tocó resolver el primer problema, un escalofrío de nerviosismo recorrió a María, pero miró a sus amigas y sintió el apoyo que le daban.

Pasaron las preguntas, riéndose, hablando, y resolviendo. Al final del torneo, el momento tan esperado llegó: anunciarían el resultado.

"¡Y el tercer lugar es para... el equipo de Valentina, María y Antonela!"

El auditorio estalló en aplausos. Las chicas no podían creerlo, se abrazaron emocionadas.

"¡Lo logramos! ¡Nuestro esfuerzo valió la pena!" exclamó María mientras saltaba de alegría.

Al regresar a la escuela, se sintieron triunfadoras. Habían aprendido que, aunque enfrentaron desafíos, el trabajo en equipo y la amistad eran capaces de superar cualquier obstáculo.

El año siguió avanzando, y las tres chicas continuaron siendo inseparables. Juntas aprendieron, reímos, y sobre todo, disfrutaron de su amistad. La secundaria se volvió más divertida y emocionante, gracias a Valentina y Antonela.

María siempre recordará aquel primer día en que su vida cambió; porque, a veces, todo lo que se necesita para encontrar buenos amigos es abrir el corazón.

FIN.

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