Las amigas y el monstruo de las sombras
Había una vez en un pequeño pueblo, cuatro amigas muy unidas: Clara, Sofía, Valentina y Lila. Eran niñas alegres, siempre dispuestas a explorar y vivir grandes aventuras. Pero, había una cosa que les causaba un poco de preocupación: un tal Bautista. Bautista no era un chico malo, sino que se comportaba de forma rara y, en ocasiones, se burlaba de ellas. Las niñas, aunque no comprendían del todo su comportamiento, decidieron enfrentar lo que veían como un reto.
Un día soleado, jugaron en el parque. Mientras corrían y reían, Clara dijo:
"Chicas, ¿se han dado cuenta de que Bautista siempre está solo? Tal vez necesita amigos."
"Pero siempre nos hace caras y se tira al suelo para hacernos reír. A veces me da miedo", comentó Sofía, encogiendo los hombros.
"No debemos juzgarlo por lo que hace. Quizás tenga sus propias razones", sugirió Valentina.
"¿Y si lo invitamos a jugar? Tal vez se una a nosotros y podamos conocerlo mejor", propuso Lila con una sonrisa.
Las chicas aceptaron la idea, y se acercaron a Bautista, que estaba sentado bajo un árbol, con cara de tristeza.
"¡Hola, Bautista!", le dijo Clara con un tono amable. "Queremos jugar a la pelota. ¿Te gustaría venir?"
Bautista miró extrañado, no esperaba una invitación.
"No sé... A veces no soy bueno en estos juegos", respondió avergonzado.
"Nosotros tampoco somos expertas, ¡solo queremos divertirnos!", exclamó Sofía, intentando animarlo.
"¡Venite! La pasaremos bien y lo importante es que estemos juntos", insistió Lila.
A regañadientes, Bautista aceptó. Las cuatro amigas empezaron a jugar y pronto se dio cuenta de que reír y jugar era mucho mejor que estar solo. Pero a medida que pasaba el tiempo, Bautista comenzó a sentir celos, sobre todo cuando Clara se reía al decir que era la mejor pasadora de la pelota.
"¡No es justo! ¡Nunca voy a ser parte del grupo!", gritó Bautista, frustrado.
"¿Por qué pensás eso? Todos tenemos talentos diferentes", dijo Valentina, tratando de calmarlo.
"¡Sí! Nadie es perfecto, y eso es lo que nos hace especiales", agregó Sofía.
Bautista se cruzó de brazos.
"No me importa lo que digan, yo siempre seré el chico raro y nadie querrá ser mi amigo."
Las amigas se miraron entre sí, sintiendo una mezcla de tristeza y determinación.
"Bautista, todos tenemos días malos, pero eso no significa que no podamos ser amigos. Vamos a demostrarte que todos podemos mejorar juntos", dijo Clara, haciendo una pausa para pensar.
"Te propongo un trato. Cada vez que terminemos de jugar, nos vamos a reunir y compartimos algo en lo que cada uno de nosotros quiere mejorar", sugirió Lila.
Bautista, atónito, aceptó. Así comenzó una nueva tradición entre ellos: después de jugar, se reunían para trabajar en sus habilidades.
Poco a poco, Bautista se fue sintiendo más cómodo y al mismo tiempo, comenzó a descubrir que tenía un talento especial para contar historias sobre criaturas fantásticas. Las amigas lo alentaron a contarle a todos sus relatos.
"Tus historias son increíbles, Bautista! Deberías compartirlas en la escuela", dijo Valentina, emocionada.
"Sí, propongamos un concurso de cuentos en nuestra clase. ¡Serías un gran competidor!", agregó Sofía.
"Mmm, no sé...
FIN.