Las Amigas y la Casa Abandonada
Era una tarde soleada en un tranquilo barrio de Buenos Aires, y cuatro amigas decidieron que era el momento perfecto para buscar fantasmas. Xiomara, la más valiente, sugirió: "Chicas, ¿qué tal si exploramos la casa abandonada al final de la calle?" - Julia, siempre escéptica, respondió: "Pero, ¿y si hay algo peligrosos?" - Ivana, con su espíritu aventurero, dijo: "¡Vamos! Solo es una casa vacía y, además, ¡sería genial contarles a todos que encontramos un fantasma!" - Isabel, la pensadora del grupo, comentó: "Yo solo quiero que estemos juntas y divirtámonos. Lo que sea que encontremos, estará bien."
Así que, con sus linternas y un par de bocadillos en la mochila, las cuatro amigas se dirigieron a la misteriosa casa. Al llegar, se dieron cuenta de que la puerta estaba entreabierta. Con el corazón acelerado, Xiomara empujó la puerta: "¡Afuera no hay nada que ver! Vamos, chicas, ¡entremos!"
La casa era oscura y polvorienta. Las paredes estaban llenas de telarañas y el suelo crujía bajo sus pies. "Esto es más tétrico de lo que pensé", murmurró Julia mientras encendía su linterna. De repente, un fuerte viento cerró la puerta detrás de ellas, lo que hizo que todos gritaran. "¡¿Qué fue eso? !" - exclama Ivana. "No creo que haya fantasmas, solo hay corriente de aire", intentó calmar Julia.
Mientras iban explorando las habitaciones, encontraron una vieja foto familiar en una mesa. "Miren esto", dijo Xiomara, "¿no parece que los niños de la foto están sonriendo, a pesar de que la casa parece tan triste?" Al tocar la foto, un suave susurro se escuchó: "¡Ayuda!". Las amigas se miraron aterrorizadas. "¿Escucharon eso?" - preguntó Isabel. "Claro, fue la foto... ¿o no?" - dijo Ivana.
Decididas a resolver el misterio, siguieron el sonido a través del pasillo. Al llegar a una habitación oscura, se encontraron con un pequeño gato atascado entre unas tablas. "¡Es solo un gato!" - explosionó Julia, aliviada y riéndose. "Pensé que era un fantasma", admitió Xiomara mientras acariciaba al gato que empezaba a ronronear.
Pero las aventuras no habían terminado. En la pared opuesta, notaron un espejo antiguo cubierto de polvo. "¿Vemos qué pasa si nos miramos en él?" - propuso Ivana. Mientras se asomaban, el reflejo las mostró no como eran, sino en versiones de ellas mismas con vestimentas de épocas pasadas. "¿Y si somos héroes de cuentos, como esas princesas antiguas?" - preguntó Isabel.
Las amigas rieron y comenzaron a hacer poses, imaginándose en un emocionante cuento de hadas. "Yo sería la valiente guerrera", dijo Xiomara. "Y yo la astuta consejera", agregó Julia.
De repente, el espejo comenzó a brillar y, un portal apareció ante sus ojos. "¡No puede ser! ¿Entramos?" - inquietó Ivana. "Solo un momento" - dijo Isabel. "Quizás aprenderemos más de la historia que nos rodea."
Así, decidieron darse la mano y dar un paso juntas hacia el portal. Sin embargo, el brillo se intensificó y, de pronto, se encontraron en un espectáculo de luces y colores que representaban momentos importantes de la historia del lugar. Vieron a personas del pasado vivir sus vidas, y cómo la casa, antes tan abandonada, había sido un hogar lleno de amor y alegría.
Cuando volvieron a la habitación, se encontraron de nuevo en la casa, pero con una nueva comprensión. "No solo hay que buscar fantasmas" - dijo Xiomara, "sino aprender de aquellos que vivieron aquí". "Sí" - agregó Julia "La historia puede ser más misteriosa de lo que pensamos. Nunca se sabe quiénes fueron los que vivieron aquí antes que nosotros".
Contentas de haber experimentado algo tan especial, decidieron llevarse al gato como nuevo compañero de aventuras. Salieron de la casa, dejando la puerta entreabierta detrás de ellas, y volvieron a casa riendo, contándose historias sobre sus encuentros con la historia.
Las cuatro amigas aprendieron que los verdaderos fantasmas se esconden en las historias no contadas, y prometieron volver a la casa, no solo para buscar fantasmas, sino para descubrir más relatos del pasado.
FIN.