Las Ardillas Humildes de Atlanta
En una pintoresca ciudad llamada Atlanta, donde los árboles estaban llenos de vida y la brisa suave acariciaba a los habitantes, vivían dos ardillas muy especiales. Estas ardillas eran Castañita y Almendra. Castañita era conocida por su brillante pelaje marrón y su energía inagotable, mientras que Almendra tenía un encantador color gris perla y siempre llevaba una sonrisa en su cara.
Castañita y Almendra eran amigas inseparables. Pasaban sus días recolectando nueces y explorando el hermoso parque que estaba en el centro de la ciudad. Cada vez que veían a otros animales competir por los mejores árboles o las nueces más grandes, ellas simplemente se sonreían, sin preocuparse por las apariencias o la fama.
Un día, mientras salían a buscar su desayuno, escucharon un bullicio proveniente de un grupo de ardillas que estaban discutiendo.
"¡Mira esas nueces enormes! ¡Yo soy la mejor recolectora de todas!" - decía una ardilla llamada Rabo Largo, pavoneándose con las nueces que había encontrado.
"¡No, yo tengo más! ¡Nadie puede ser mejor que yo en este parque!" - replicó otra ardilla llamada Furtivo.
Castañita y Almendra se miraron con preocupación.
"¿Por qué tienen que competir entre ellos?" - preguntó Almendra.
"No lo sé, pero parece que están tan enfocados en ser los mejores que se olvidan de disfrutar lo que tienen" - respondió Castañita.
Decidieron intervenir.
"Hola, chicos!" - saludó Almendra, acercándose con su sonrisa habitual.
"¿Qué quieren?" - gruñó Rabo Largo, aún orgulloso de su gran cantidad de nueces.
"Nos preguntamos por qué se sienten tan presionados a competir. Todos son maravillosos a su manera" - dijo Castañita.
"¡Yo soy la mejor!" - insistió Furtivo.
"¿Y qué si lo eres? En realidad, lo que importa es compartir y disfrutar con los demás. Las nueces no se acabarán aunque algunos sean más rápidos o tengan más fuerza" - reflexionó Almendra.
Los otros animales se miraron entre sí, un poco confundidos. Así, decidieron organizar una pequeña carrera de recolección, donde todos mostrarían sus habilidades, pero no a través de la competencia, sino en forma de colaboración.
"Cada uno traerá la cantidad de nueces que pueda, y luego las compartiremos entre todos" - sugirió Castañita.
Los animales, intrigued, aceptaron la propuesta. Al día siguiente, se reunieron en el parque con sus mejores nueces.
"Uno, dos y... ¡ya!" - gritó Almendra y comenzó la recolección.
Las ardillas, en lugar de apresurarse, comenzaron a trabajar juntas. Rabo Largo mostró dónde había un árbol con nueces frescas y Furtivo ayudó a limpiar el camino. Castañita y Almendra, con mucha alegría, guiaron a los más pequeños en cómo recolectar las nueces correctamente.
Cuando el día llegó a su fin, no solo habían recolectado una gran cantidad de nueces, sino que también habían compartido risas y historias.
"¡Nunca había sido tan divertido!" - exclamó Rabo Largo, dándose cuenta de que lo más importante no era ganar, sino estar juntos y ayudar a los demás.
"¡Sí! ¡La humildad nos hace más fuertes!" - agregó Furtivo, con una gran sonrisa.
Desde aquel día, las ardillas de Atlanta aprendieron el verdadero valor de la humildad. Ya no solo se preocupaban por ser las mejores, sino que disfrutaban del tiempo compartido y ayudaban a los demás. La amistad y la colaboración eran más valiosas que cualquier competición.
Y así, en esa hermosa ciudad, Castañita y Almendra continuaron enseñando a todos que la humildad no solo es una virtud, sino una forma de vivir y compartir la alegría con el mundo. Y todos, desde entonces, se sintieron un poquito más como una gran familia.
Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.
FIN.