Las Ardillitas del Bosque Mágico



Era un hermoso día de primavera cuando Tomi, Sofi y Leo decidieron salir de paseo al bosque. El sol brillaba en el cielo y una suave brisa acariciaba sus rostros. Después de un rato de caminar y jugar, llegaron a un claro lleno de árboles altos y frondosos.

"¡Miren allá!" –exclamó Sofi, apuntando a algo que se movía entre las ramas.

Los tres amigos se acercaron y vieron a unas adorables ardillitas jugando. Saltaban de un árbol a otro, como si estuvieran en un concurso de acrobacias.

"¡Qué lindas!" –dijo Leo, sonriendo. –"Nunca había visto ardillas tan juguetonas."

Tomi, entusiasmado, propuso:

"¡Vamos a jugar con ellas!"

Los tres comenzaron a imitar el movimiento de las ardillas, saltando y riendo. Poco a poco, las ardillas se acercaron curiosas.

"¡Hola, pequeñas amigas!" –saludó Sofi con suavidad.

"¿Quieren jugar con nosotros?" –agregó Tomi.

Para su sorpresa, una de las ardillitas se acercó y comenzó a girar en círculos, como si entendiera.

"¡Se parece que sí!" –gritó Leo, y dejó escapar una risita. –"¡Qué entretenido!"

Jugaron por un buen rato, pero pronto se dieron cuenta de que las ardillas no eran las únicas criaturas en el bosque. De repente, un ruido entre los arbustos los hizo mirar hacia un lado. Un pequeño conejo salió corriendo, asustado.

"¿Qué le sucedió?" –preguntó Sofi, preocupada.

Las ardillitas dejaron de jugar y se acercaron al conejo. Comenzaron a hablar entre ellas, y la más grande se volvió hacia los amigos:

"No te preocupes, el conejo sólo se asustó de un halcón que pasó volando. Pero necesita nuestra ayuda."

"¿Qué podemos hacer?" –preguntó Tomi, ansioso.

La ardillita grande pensó por un momento y dijo:

"Proponemos organizar una carrera hasta la cueva de los sapos, donde el conejo puede esconderse sin peligro. ¿Nos ayudan?"

"¡Sí!" –respondieron entusiasmados.

Así, los amigos y las ardillas siguieron al conejo hasta la cueva. En el camino, decidieron hacer una carrera divertida, donde el primero en llegar sería el ganador. Empezaron a contar:

"1, 2, 3… ¡Ya!"

Los amigos y las ardillas corrieron con todas sus fuerzas. Entre risas y gritos, el conejo los seguía lentamente, pero lo hacía con determinación. Al llegar a la cueva, todos gritaron juntos:

"¡Felicidades! Ya estás a salvo, pequeño."

El conejo, aliviado, les dio las gracias:

"¡No sé qué haría sin ustedes! Eres unos amigos increíbles."

De repente, las ardillitas comenzaron a bailar en círculo, felices de haber ayudado a su nuevo amigo. Los humanos se unieron y así formaron un gran círculo de alegría.

"¿No se imaginan que estas aventuras hacen que el bosque sea aún más mágico?" –dijo Sofi mientras sonreía.

Después de un rato, el cielo empezó a oscurecerse y los amigos sabían que era hora de regresar a casa. Antes de irse, Tomi quiso hacer una última pregunta:

"¿Puede que vengamos a visitarlos de nuevo?"

La ardillita más pequeña, con su tierna voz, respondió:

"¡Por supuesto! Siempre serán bienvenidos en nuestro bosque mágico. ¡No se olviden de nosotros!"

Así, con el corazón lleno de alegría y nuevos recuerdos, Tomi, Sofi y Leo se despidieron de sus amigos del bosque, prometiendo regresar pronto. Aprendieron que la amistad y la colaboración son un regalo maravilloso, capaz de hacer del mundo un lugar mejor.

Y de esta manera, la mágica aventura en el bosque se convirtió en una historia que siempre recordarían y que contarían a otros, invitando a todos a conocer la belleza de la amistad entre seres de diferentes mundos.

FIN.

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