Las Aventura de Ángel en el Bosque de los Colores



Había una vez un niño llamado Ángel, que vivía en un pequeño pueblo rodeado de frondosos bosques y montañas. Ángel era un niño curioso y aventurero, siempre deseoso de aprender sobre el mundo que lo rodeaba.

Un día, mientras exploraba cerca de su casa, encontró un mapa antiguo entre las hojas de un libro en la biblioteca del pueblo. El mapa mostraba un lugar especial, marcado con un símbolo brillante que decía 'Bosque de los Colores'. Entusiasmado, Ángel decidió que debía encontrar ese bosque y descubrir qué lo hacía tan especial.

"¡Mamá! Voy a buscar el Bosque de los Colores, ¿me dejás?" -le dijo Ángel a su madre.

"Solo ten cuidado y no te alejes demasiado" -respondió su madre, sonriendo.

Así que, con su mochila llena de provisiones, Ángel partió hacia la aventura. Caminó y caminó, dejando atrás su pueblo y sumergiéndose en un sendero que lo llevó a un bosque que no conocía. A medida que avanzaba, se dio cuenta de que todo a su alrededor estaba lleno de colores vivos: árboles morados, flores amarillas y un cielo de un azul intenso.

Al principio, todo parecía un sueño, pero pronto se dio cuenta de que no estaba solo. En el bosque había criaturas mágicas: un conejo de orejas largas que parecía hablar.

"Hola, Ángel, bienvenido al Bosque de los Colores. Soy Binky, y estoy aquí para guiarte" -dijo el conejo, con una sonrisa.

Ángel no podía creer lo que escuchaba.

"¡Esto es increíble! ¿Qué hace especial a este bosque?" -preguntó, emocionado.

"Cada color en este bosque representa una emoción diferente. Aprenderás a comprender y manejar tus emociones mientras explores. ¿Te gustaría saber cómo?" -respondió Binky.

Ángel asintió con muchas ganas de descubrirlo. Así que Binky lo llevó a un claro donde había un árbol de un intenso rojo.

"Este es el Árbol de la Pasión. Cuando estás emocionado o entusiasmado, este rojo es el que sientes. Pero debes aprender a canalizar esa energía para hacer cosas buenas, como ayudar a los demás" -explicó el conejo.

Ángel miró el árbol y sintió una chispa de entusiasmo en su pecho. Recordó las veces que había ayudado a sus amigos con sus tareas o en pequeños juegos.

Luego, seguirán a un lago de un brillante color azul.

"El agua azul representa la tranquilidad. A veces, cuando te sientes abrumado, puedes venir aquí a reflexionar y calmar tus pensamientos" -dijo Binky.

Ángel tocó el agua y sintió cómo su mente se serenaba.

Continuaron su camino y llegaron a un campo de flores amarillas.

"Estas flores simbolizan la alegría. Siempre que rías y juegues, estarás rodeado de alegría. Recuerda compartir esa alegría con tus amigos" -le dijo Binky, danzando entre las flores.

"Sí! Esa es mi parte favorita de cada día" -respondió Ángel, riendo.

Ángel estaba disfrutando mucho la experiencia, pero de repente el cielo se oscureció, y una tormenta comenzó a formarse. Las criaturas del bosque empezaron a inquietarse.

"Tenemos que salir de aquí, Ángel. Esta tormenta puede ser peligrosa" -advirtió Binky, mirando al cielo.

"Pero todavía no he aprendido todo sobre los colores y las emociones" -se quejó Ángel.

"A veces, hay que saber cuándo es el momento de irse y cuándo es el momento de quedarse. Aún tienes tiempo para aprender, pero ahora es esencial regresar a un lugar seguro" -dijo el conejo, guíándolo hacia un sendero iluminado.

Con la ayuda de Binky, Ángel corrió hacia la salida del bosque, recordando lo que había aprendido. Justo cuando salían, una ráfaga de viento sopló, y una lluvia ligera comenzó a caer. Pero Ángel se sintió seguro, sabía que había logrado mucho en su aventura.

Ya de regreso en casa, Ángel reflexionó sobre lo que había aprendido sobre los colores y las emociones. Había encontrado no solo un hermoso bosque, sino también un camino para entender sus propios sentimientos.

"¡Mamá! ¡Fui al Bosque de los Colores!" -gritó Ángel al entrar a casa, con una sonrisa radiante.

"Qué bueno, mi amor. ¿Y qué aprendiste?" -preguntó su madre curiosa.

"Aprendí que cada color tiene su significado, y que todas mis emociones son importantes. Aprendí a compartir la alegría y a reconocer lo que significa estar tranquilo o apasionado" -dijo Ángel.

Esa noche, mientras Ángel se acomodaba en su cama, sabía que, aunque el Bosque de los Colores era mágico, lo más valioso de su aventura era lo que había en su interior. Desde entonces, cada vez que se sentía feliz, triste o emocionado, recordaba el bosque y la importancia de cada color en su vida. Así, Ángel se convirtió en un niño que valoraba y entendía sus emociones, y cada día se esforzaba por hacer que el mundo a su alrededor fuera un lugar más alegre y colorido.

FIN.

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