Las Aventura de la Castañera



Érase una vez, en un pintoresco pueblo argentino, una castañera llamada Doña Clara. Tenía un carrito lleno de castañas que asaba cada tarde en la plaza del pueblo, y su risa era contagiosa. Todos los niños la adoraban y siempre se acercaban a comprarle castañas, mientras ella les contaba historias llenas de magia y aventuras.

Una tarde, cuando el sol comenzaba a ocultarse, un grupo de niños se acercó corriendo hacia su carrito. Entre ellos estaban Lucas, Sofía y Tomás.

"¡Doña Clara! ¡Doña Clara!" - gritaron emocionados.

"¡Chicos! ¿Están listos para otra historia mágica?" - preguntó Doña Clara con una sonrisa amplia.

"Sí, pero primero queremos castañas para disfrutar mientras escuchamos" - respondió Sofía, frotándose las manos con alegría.

Doña Clara comenzó a asar las castañas, mientras los niños la miraban con ojos brillantes.

"Hoy les voy a contar sobre la castañera que vivía en el Bosque Encantado. Ella tenía una cesta mágica que podía cumplir un deseo de cada persona que probara sus castañas. Pero un día, un ladrón quiso robar la cesta, y la castañera tuvo que embarcarse en una aventura para recuperarla" - narró Doña Clara, atrapando la atención de todos con su voz cautivadora.

Los niños estaban completamente absortos en la historia, así que decidieron que ellos también querían vivir una aventura. Después de terminar las castañas, Lucas tuvo una idea brillante.

"¿Y si hacemos nuestra propia aventura?" - sugirió con entusiasmo.

"¡Sí! Pero, ¿por dónde empezamos?" - preguntó Tomás, un poco dubitativo.

"Podemos buscar la cesta mágica de Doña Clara. Seguro que sabe dónde está" - dijo Sofía.

Doña Clara los miró, sorprendida por su iniciativa.

"¿Ustedes quieren buscar la cesta mágica? Esa es una gran aventura, pero deben tener cuidado, porque a veces las cosas más valiosas están protegidas. ¡Tienen que ser buenos amigos y ayudarse entre ustedes!" - aconsejó la castañera.

Sin pensarlo dos veces, los niños se pusieron en marcha. Siguieron el sendero del bosque que comenzaba justo al final de la plaza. La luz del sol se filtraba entre los árboles, creando sombras danzantes que los hacían sentir un poco nerviosos.

"Creo que deberíamos hacer un mapa, así no nos perdemos" - sugirió Sofía.

"Sí, tengo papel y lápiz en mi mochila" - dijo Tomás mientras sacaba sus útiles escolares.

Después de unos minutos, el grupo había hecho un boceto del bosque. Poco a poco, se adentraron más, y se encontraron con un camino lleno de flores y mariposas.

"¡Miren cuántas mariposas!" - exclamó Lucas.

"¡Se ven hermosas!" - agregó Sofía mientras las seguía con la mirada.

"¡Las mariposas nos están guiando!" - dijo Tomás entusiasmado.

Continuaron siguiendo el vuelo colorido de las mariposas, y de repente, llegaron a un claro iluminado donde encontraron un viejo roble. En sus raíces, había una puerta pequeña que parecía llevar a un mundo mágico.

"¡Debemos abrirla!" - dijo Tomás, con un brillo de curiosidad en los ojos.

"¿Y si está llena de peligros?" - preguntó Sofía, un poco asustada.

"Pero debemos ser valientes, como la castañera de la historia" - respondió Lucas, decidido.

Con un empujoncito suave, la puerta chirrió y se abrió, revelando un túnel iluminado por luces brillantes. Sin dudarlo, entraron uno tras otro. Mientras avanzaban, comenzaron a escuchar risas y murmullos.

"¿Escuchan eso?" - dijo Sofía, mirando a sus amigos con sorpresa.

"Sí, parece una fiesta" - respondió Lucas.

Al llegar al final del túnel, se encontraron con un hermoso jardín lleno de criaturas fantásticas que estaban celebrando. Había duendes, hadas y hasta un dragón amistoso que danzaba al son de la música.

"¿Quiénes son ustedes?" - preguntó un pequeño duende, sorprendido por la llegada de los niños.

"Somos aventureros en busca de la cesta mágica de la castañera" - respondió Sofía.

"¡Bienvenidos! Si quieren la cesta, deben ayudar a nuestro amigo dragón a encontrar su voz, que se perdió al cruzar un río encantado" - dijo el duende.

Los niños se miraron emocionados ante el nuevo desafío.

"¡Sí, lo haremos!" - exclamó Tomás.

Para ayudar al dragón, debían buscar flores especiales que crecían solo en la cima de la montaña cercana. Así que se despidieron del jardín y comenzaron a subir la montaña, ayudándose entre sí en el camino.

Finalmente, llegaron a la cima y recogieron las flores, las más coloridas y luminiscentes que jamás habían visto. Con el corazón latiendo fuerte, regresaron al jardín.

"¡Aquí están las flores!" - gritaron juntos mientras las ofrecían al dragón.

"¡Oh, gracias! Ahora podré recuperar mi voz" - dijo el dragón, y al oler las flores, comenzó a cantar una melodía hermosa y encantadora.

Las criaturas del jardín comenzaron a bailar y celebrar, pues el dragón había recuperado su voz. En agradecimiento, el duende les entregó la cesta mágica y les dijo:

"Ahora, ustedes pueden hacer un deseo".

"¡Deseo que siempre tengamos aventuras juntos!" - gritó Lucas, y sus amigos asentieron con entusiasmo.

"Que así sea, amigos valientes" - dijo el duende, mientras la cesta brillaba con un esplendor mágico.

Y así, los niños regresaron a su pueblo con la castaña mágica y un deseo cumplido, llenos de nuevas historias y aventuras por contar a Doña Clara.

Cuando volvieron, la castañera los recibió con los brazos abiertos.

"¿Cómo fue su aventura?" - preguntó, llena de curiosidad.

"Fue increíble, Doña Clara. ¡Conocimos un dragón y ayudamos a encontrar su voz!" - narró Sofía, su rostro iluminado de alegría.

Esa tarde, mientras disfrutaban de las castañas asadas, los niños supieron que la verdadera magia de la vida está en las aventuras compartidas y en la amistad que construyen.

Y así, de la mano de Doña Clara y el sabor de las castañas, sus corazones se llenaron de promesas de más aventuras por venir, siempre con final feliz.

FIN.

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