Las Aventura de la Lectura



Era una linda mañana en el colegio San Martín cuando la profesora Elizabeth se encontró con Jhoan y Liliana, sus dos estudiantes de tercero de secundaria. Ambos chicos habían sido bastante desmotivados con la materia de Lengua y, especialmente, con la comprensión lectora.

"Buenos días, chicos. Hoy vamos a hacer algo diferente. Vamos a entrar a un cuento y resolver juntos sus misterios", les dijo Elizabeth con una sonrisa.

Jhoan, que siempre había sido un poco escéptico, entrecerró los ojos.

"¿Cómo vamos a entrar a un cuento? Eso no es posible. "

Liliana, en cambio, mostró un atisbo de curiosidad.

"¿Qué tipo de cuento? ¿Un cuento de hadas?"

"Algo mejor", respondió Elizabeth.

"Vamos a leer "El jardín secreto" y usando nuestra imaginación, lo haremos nuestro."

Así, comenzaron una aventura diaria en la que se sumergían en el mundo del jardín, descubriendo sus secretos y sus personajes. Cada día, después de leer un capítulo, Elizabeth les hacía preguntas como:

"¿Por qué crees que el jardín estaba cerrado?"

"¿Qué simboliza el crecimiento de las flores?"

"¿Cómo se sienten los personajes?"

Jhoan, al principio, respondía con reticencia.

"No sé, la verdad es que esto no me parece tan emocionante."

"Quizás deberías abrir un poco tu mente", le dijo Liliana, animándolo a participar.

"¡Sí! Suéltate un poco, Jhoan! Hay mucho más allá de las páginas", insistió Elizabeth.

Poco a poco, Jhoan comenzó a involucrarse más. Al ver cómo Liliana abría su corazón a los relatos, empezó a compartir sus propios pensamientos.

"A veces, me siento como el jardín. Encerrado, sin poder crecer. "

"Y yo como una flor que aún no ha florecido", dijo Liliana.

La profesora se sintió orgullosa. Era como si el cuento les estuviera enseñando más que solo las palabras; les enseñaba sobre ellos mismos.

Una tarde, mientras leían sobre el momento en que los personajes descubren la belleza del jardín, Jhoan se dio cuenta de que no solo era un cuento, sino una metáfora de su propia vida.

"Quizás si me esfuerzo por entender las historias, puedo florecer también", confesó con sinceridad.

"¡Exactamente! Cada página es una oportunidad de crecimiento," respondió Elizabeth, notando el brillo en los ojos de Jhoan.

Llegó el final de año y llegó el momento de las evaluaciones. Elizabeth había preparado una actividad especial. Invitó a Jhoan y Liliana a presentar su propio cuento que mostrara su evolución durante el año. Les dio algunas pautas sobre personajes y trama, y los chicos se entusiasmaron casi de inmediato.

"Esto es increíble, podemos contar nuestra propia historia", exclamó Liliana.

"Sí, y compartir lo que hemos aprendido", agregó Jhoan.

La presentación estaba programada para el último día de clases, y ambos trabajaron arduamente en sus cuentos. Sin embargo, Jhoan tenía una duda que lo atormentaba.

"¿Y si no les gusta?" preguntó, nervioso.

"No importa. Lo importante es que es nuestro cuento, nuestro jardín, y debemos mostrárselo al mundo", dijo Liliana, tratando de calmarlo.

En el día de la presentación, se vivía mucha expectativa. Jhoan y Liliana narraron sus historias frente a la clase y, para su sorpresa, sus otros compañeros estaban sumamente interesados.

"¡Escritores en potencia!", acotó la profesora Elizabeth al finalizar.

Ambos chicos no solo lograron entender mejor la lectura, sino que también descubrieron que tenían una voz única que debía ser escuchada. Al final del año, Jhoan y Liliana fueron promovidos, no simplemente por haber pasado el curso, sino por encontrarse a sí mismos en el proceso.

"Nunca pensé que un cuento podría cambiarme tanto", afirmó Jhoan.

"Y a mí nunca se me habría ocurrido que podría ser escritora", añadió Liliana sonriendo.

"Y aquí empieza su nueva aventura, un capítulo más de sus historias apenas comenzadas", concluyó Elizabeth con cariño.

Así, con una nueva perspectiva, cada uno de ellos se llevó no solo el conocimiento de comprensión lectora, sino herramientas para narrar y relatar sus propias vidas, aprendiendo que todos pueden florecer si se lo proponen.

FIN.

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