Las Aventura de las Dos Verdades



Había una vez, en el colorido pueblo de Emocionópolis, dos amigos inseparables: Leo, un león curioso y aventurero, y Sofía, una astuta ardilla que siempre estaba lista para aprender algo nuevo. Un día, mientras jugaban en el bosque, se encontraron con un misterioso libro brillando entre las hojas. Intrigados, decidieron abrirlo y descubrieron que era un libro mágico sobre las ciencias humanas y sociales.

"Mirá, Leo, este libro habla de la objetividad y la subjetividad!" - exclamó Sofía, mostrando una página llena de dibujos y gráficos.

"¿Qué significa eso?" - preguntó Leo, frunciendo el ceño.

"La objetividad es como ver las cosas tal cual son, usando datos y hechos. La subjetividad es más personal, es cómo sentimos o pensamos sobre las cosas" - explicó Sofía, moviendo sus patitas nerviosamente.

"Sí, pero ¿cómo puede ser que dos personas vean las mismas cosas de maneras tan diferentes?" - se preguntó Leo, rascándose la cabeza.

Decidieron visitar a la sabia Tortuga Claudia, quien siempre tenía respuestas. Al llegar a su casa, la tortuga estaba leyendo a la sombra de un árbol.

"¡Hola, Tortuga Claudia!" - saludaron los amigos al unísono.

"¡Hola, pequeños exploradores! ¿En qué puedo ayudarles hoy?" - respondió Claudia, sonriendo.

"Leímos sobre la objetividad y la subjetividad, pero no entendemos cómo pueden coexistir" - dijo Sofía.

Claudia, que siempre tenía un cuento listo, les dijo: "Voy a contarles una historia. Imaginemos un hermoso lago. ¿Qué ven ustedes?" - preguntó.

"Agua clara y brillante, rodeado de árboles" - dijo Leo.

"Hay peces que saltan y pájaros volando" - agregó Sofía.

"¿Y si un pez dice que el lago es frío y otro pez dice que es cálido?" - inquirió la tortuga.

"Eso es raro, pero puede ser" - contestó Leo, sorprendido.

"Ahí está lo interesante. La misma agua puede sentirse diferente para cada pez. La temperatura es un hecho (objetividad), pero la sensación de frío o calor es una experiencia personal (subjetividad)" - explicó Claudia, mientras movía lentamente sus patas.

Los amigos estaban maravillados, pero todavía tenían dudas.

"¿Y cómo podemos entender mejor a otros?" - preguntó Sofía.

"Escuchando y compartiendo nuestras experiencias. Así, el pez frío podrá entender al pez cálido" - respondió Claudia.

Con ese consejo en mente, decidieron regresar al lago y compartir sus propias experiencias con otros animales.

Mientras se acercaban, se encontraron con un grupo de ranas que discutían sobre los insectos del estanque.

"¡Esos son los mejores insectos para comer!" - gritaba una rana.

"¡No, son muy pequeños!" - decía otra con desdén.

Leo, recordando lo que había aprendido, dijo: "¡Esperen! ¿Pueden decirnos cómo se sienten respecto a los insectos?" - propuso.

Las ranas, sorprendidas pero intrigadas, empezaron a compartir sus propias experiencias y prontamente se dieron cuenta de que cada una había visto cosas diferentes.

"Quizás deberíamos intentar probar todos los insectos antes de decidir" - sugirió una rana que había escuchado a Sofía.

Con una alegría renovada, pronto se unieron todos los animales en una gran fiesta del estanque, donde probaron diferentes insectos y compartieron historias de sus propias experiencias. Allí, cada uno aprendió a comprender cómo los mismos hechos podían parecer tan distintos dependiendo de quién los veía.

Después de un día lleno de risas y descubrimientos, Leo y Sofía regresaron a casa con el corazón contento.

"Hicimos nuevos amigos y aprendimos mucho" - dijo Leo.

"Sí, la objetividad y la subjetividad son como el agua del lago: pueden ser las mismas, pero cada uno siente algo único. ¡Y eso es lo hermoso!" - contestó Sofía con una sonrisa.

Y así, desde aquel día, aprendieron a escuchar a los demás y a valorar tanto los hechos como las experiencias personales. Emocionópolis se volvió un lugar donde todos compartían sus verdades, enriqueciendo a cada uno con sus diferencias. Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.

FIN.

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