Las Aventura de Lía y Tomás



Era un día soleado de primavera cuando Lía, la mayor de los dos hermanos, decidió que ese era el momento perfecto para una aventura. Su hermano Tomás, un pequeño de siete años con una gran imaginación, la miró con ojos brillantes.

"¿A dónde vamos hoy, Lía?" - preguntó Tomás, saltando emocionado.

"Vamos a explorar el Bosque Mágico que está detrás de nuestra casa. Se dice que hay un árbol que habla y un arroyo que canta" - contestó Lía, mientras empacaba unas galletitas y una botella de agua en su mochila.

Los hermanos, equipados con su curiosidad y valentía, se adentraron en el bosque. El sol brillaba a través de las hojas, creando sombras danzantes en el suelo. Después de caminar durante un rato, llegaron a un claro donde encontraron un enorme árbol con un tronco tan ancho que necesitarían los dos para abrazarlo por completo.

"¡Mirá, Tomás! Es el árbol que habla. Vamos a preguntarle algo" - dijo Lía emocionada.

Tomás se acercó al árbol y, con voz temblorosa, dijo:

"Hola, árbol mágico. ¿Puedes hablarnos?"

Para su sorpresa, el árbol respondió con una voz profunda y suave.

"¡Hola, pequeños aventureros! ¿Qué les trae por aquí?"

Los ojos de Tomás se abrieron como platos.

"¡Increíble! ¡Estás hablando de verdad!" - exclamó.

Lía sonrió y le preguntó al árbol:

"¿Cuál es tu mayor deseo?"

"Desearía ver a los niños jugar y cuidarse mutuamente, porque la amistad es lo más valioso" - respondió el árbol.

Tomás miró a su hermana y le dijo:

"¡Deberíamos jugar a cuidarnos y también invitar a los otros chicos del barrio!"

"¡Sí! Pero primero, ¿hay algo más que podamos hacer por ti, árbol?" - preguntó Lía.

El árbol respondió:

"Ayúdenme a reunir hojas caídas y flores deshidratadas. Así, podré seguir creciendo fuerte y sabio."

Lía y Tomás se pusieron manos a la obra. Reunieron hojas y flores, riendo y disfrutando del tiempo juntos. Después de un rato, el árbol agradeció su ayuda.

"Por su bondad, les cuento un secreto: hay un arroyo cerca que canta cada vez que hay alegría en el aire" - dijo el árbol con una sonrisa en su voz.

Los hermanos decidieron ir en búsqueda del arroyo. Tras seguir un pequeño sendero, encontraron un hermoso arroyo. De verdad discernieron un melodioso canto que resonaba suavemente. Pero había un problema, algunas piedras tapaban parte del flujo del agua.

"¡Tomás! ¿Qué hacemos? No quiero que el arroyo deje de cantar."

Tomás pensó durante un momento y exclamó:

"Podemos mover las piedras juntos. ¡No será difícil si trabajamos en equipo!"

Ambos se pusieron a trabajar. Con mucho esfuerzo y riendo, removieron las piedras y el arroyo volvió a fluir libremente.

"¡Escucha! Está cantando más fuerte ahora."

Los dos se sentaron al borde del arroyo y dejaron que el sonido los llenara de alegría.

"Hoy aprendí que juntos somos más fuertes" - dijo Tomás.

Lía asintió, abrazando a su hermano.

"Y que cuidar de los demás es importante, ya sea un árbol o un arroyo" - respondió.

Mientras regresaban a casa, el sol comenzaba a ponerse, tiñendo el cielo de tonos naranjas y púrpuras.

"Prometamos que siempre seremos un equipo, Lía" - dijo Tomás con seriedad.

"Así será, hermanito. Siempre juntos en cada aventura" - prometió Lía, dándole un guiño.

Desde ese día, Lía y Tomás continuaron viviendo aventuras, siempre recordando la importancia de compartir, cuidar y apoyarse el uno al otro. Y así, su vínculo se volvía más fuerte con cada nueva exploración, llenándolos de alegría y risas por el camino.

FIN.

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