Las Aventura de Mateo y su Tienda Mágica
En un pequeño pueblo donde el viento susurraba historias de tiempos pasados, vivía un hombre llamado Mateo. Su tienda, un acogedor lugar lleno de maravillas, estaba repleta de juguetes de madera, libros de cuentos y, por supuesto, pequeños tic-tacs que sonaban como el latido del tiempo. Cada tic-tac hacía eco de un momento especial vivido en su tienda.
Mateo era un hombre tranquilo, pero había algo mágico en él. Sabía que cada objeto que vendía tenía una historia y les contaba a los niños las aventuras que habían vivido. Su lugar era una especie de refugio, un sitio donde la imaginación de los pequeños volaba.
Un día, un grupo de niños entró en la tienda de Mateo, y él se sentó en su viejo sillón, observándolos con cariño.
“- ¡Hola, Mateo! ¡Queremos escuchar una historia! ” - exclamó Lucía, una niña con una sonrisa luminosa.
“- Bueno, ¿qué tal si les cuento sobre el reloj que está en la esquina? ” - respondió Mateo, señalando un antiguo reloj de péndulo.
Los niños se acercaron emocionados mientras Mateo comenzaba su relato.
“- Este reloj ha estado aquí desde que abrí la tienda. Un día, cuando estaba en el mercado buscando cosas interesantes, lo vi. Algo en su tic-tac me llamó la atención, como si estuviera susurrando secretos.
Los niños escuchaban atentos y Mateo continuó.
“- La leyenda dice que si pones tu mano sobre él y haces una pregunta sincera, el reloj te mostrará una aventura...” - susurró con misterio.
Los niños, intrigados, decidieron intentar la aventura. Se arremolinaron alrededor del reloj y, uno por uno, tocaron su suave madera, llenos de curiosidad.
“- ¿Qué aventura tendré hoy? ” - preguntó Tomás, el más travieso del grupo. De repente, el reloj comenzó a sonar más fuerte, y una luz brillante iluminó la tienda.
Todos gritaron de sorpresa. El siguiente segundo, se encontraron en un bosque lleno de colores y criaturas maravillosas.
“- ¡Mirá, un unicornio! ” - gritó Lucía asombrada.
“- Debemos seguirlo, ¡quizás nos lleve a un castillo! ” - añadió Ana, con los ojos brillando de emoción.
A medida que seguían al unicornio, se encontraron con un río de cristal y un dragón que guardaba un tesoro.
“- ¡No tengan miedo, el dragón es amistoso! ” - les dijo Mateo, que había aparecido junto a ellos, como si la magia del reloj hubiera traído su espíritu aventurero.
El dragón, curioso y con un brillo juguetón en sus ojos, escuchó cómo los niños contaban sobre la tienda de Mateo y sus preciosos tic-tacs.
“- ¡Los tic-tacs! Me encanta el tiempo, ¿saben? Cada tic-tac cuenta una historia del pasado. ¡Eso es mágico! ” - exclamó el dragón.
Los niños asintieron, comprendiendo de repente que cada momento vivida con Mateo era un tesoro que atesorarían para siempre.
El dragón les propuso un juego: “- Si me ayudan a encontrar la joya que mantiene seguro el tiempo en este bosque, les entregaré un deseo.”
Los niños, emocionados, aceptaron el desafío. Juntos, se aventuraron entre árboles y flores cantoras, enfrentando desafíos y resolviendo acertijos. Con cada obstáculo superado, Mateo les recordaba la importancia de la amistad y el trabajo en equipo.
Finalmente, encontraron la joya en una cueva de cristal. Al tocarla, un destello iluminó todo el bosque, y el dragón sonrió mientras decía: “- Ahora, pídanme su deseo.”
Lucía, en un susurro, pidió: “- Que siempre recordemos nuestras aventuras y a Mateo.”
Con eso, el dragón hizo un gesto y la joya brilló intensamente.
De regreso a la tienda, los niños estaban llenos de alegría. Cada uno de ellos miró a Mateo y le sonrieron.
“- Gracias por la aventura, Mateo. Nunca olvidaremos el tiempo que pasamos juntos.” - dijo Tomás.
Mateo, con lágrimas de felicidad, respondió: “- El verdadero tesoro son los momentos compartidos y el amor que se lleva en el corazón.”
Y así, aunque el tiempo siguió su curso, los niños sabían que la magia de sus recuerdos jamás se apagará, y que siempre llevarían en ellos los ecos del tic-tac de Mateo, un hombre tranquilo con un gran corazón y un legado de historias que nunca se olvidarían.
FIN.