Las Aventura de Pablo en la Finca



Pablo era un niño lleno de energía, siempre ansioso por vivir nuevas aventuras. Cada vez que veía a su mamá preparar el auto, sus ojos brillaban de felicidad. Sabía que se iba a la finca de su padrino Kevin y sus tíos Dúnia.

Un día, mientras viajaban, Pablo le preguntó a su mamá:

"¿Cuánto falta para llegar?"

"Ya falta poco, cariño. ¿Te acordás de lo que vamos a hacer?"

"Síii, a cuidar animales y jugar con Dúnia y Kevin!"

Cuando finalmente llegaron, Pablo corrió hacia la entrada, donde su tío Kevin lo saludó con un gran abrazo.

"¡Hola, Pablo! ¿Listo para la aventura?"

"¡Sí! ¡Quiero alimentar a los animales!"

Dúnia estaba en el campo, regando las plantas. Al ver a Pablo, sonrió:

"¡Hola, pequeño agricultor! Ven, te enseñaré a plantar tomates."

"¡Qué divertido!"

Esa tarde, Pablo plantó su primer tomate. Kevin le mostró cómo hacerlo:

"Hay que hacer un hueco en la tierra, poner la semilla y cubrirla bien. ¿Ves? Es fácil."

"¡Yo puedo hacerlo!"

Así, entre juegos y risas, Pablo aprendía sobre la naturaleza. En la finca había gallinas, patos y hasta un pequeño potro llamado Chispa. Cada mañana, Pablo ayudaba a alimentar a los animales, y poco a poco, se hizo amigo de ellos.

Un día, mientras bañaban al potro, Kevin le dijo:

"Pablo, si quieres, podemos enseñarte a montar a Chispa. Pero necesitas ser muy cuidadoso."

"¡Sí! ¡Quiero montar a Chispa!"

Pablo estaba emocionado. Luego de unos días de práctica, llegó el momento de hacerlo. Con mucho cuidado, subió al potro.

"¡Vas a ver que es muy divertido!"

"Solo tómate de la silla y mantén el equilibrio, Pablo."

El potro empezó a caminar lentamente, y Pablo sonreía como nunca. Pero de repente, Chispa se asustó por un pato que graznaba y comenzó a trotar. Pablo, con un poco de miedo, se aferró con fuerza.

"¡Kevin! ¡Ayúdame!"

"¡Tranquilo, Pablo! Respira hondo, y díselo a Chispa."

Pablo tomó aire y gritó:

"¡Alto, Chispa! ¡Para!"

Y el potro se detuvo. Kevin se acercó rápidamente y lo tranquilizó:

"¡Muy bien, Pablo! Lo hiciste genial. Has demostrado que puedes manejar la situación!"

"Fue un poco asustador, pero ahora sé que tengo que tener calma."

Esa experiencia le enseñó a Pablo que siempre hay que mantener la calma, incluso en momento de miedo. Con cada visita a la finca, aprendía más sobre la importancia de cuidar de la naturaleza, los animales y lo valioso que era ser valiente.

Los días pasaban y Pablo seguía creciendo. Ahora ya podía ayudar a Dúnia a cocinar y aprendía sobre las recetas secretas de la abuela. Entre juegos y risas, en la piscina se armaban competencias de quien hacía el mejor salto.

"¡Mirá cómo lo hago!" exclamaba mientras saltaba.

"¡Yo hasta hago una voltereta!" respondía Dúnia.

Con el tiempo, Pablo se convirtió en un pequeño experto del campo y los animales. Cuando regresaba a la ciudad, siempre contaba historias de sus días en la finca a sus amigos.

"¡Y cuando monté a Chispa! Fue increíble, aunque un poco aterrador."

"¡Quiero ir a esa finca!" decían sus amigos.

Habiendo pasado muchos veranos en esa pequeña granja, Pablo se dio cuenta de que el trabajo en la tierra, el cuidado de los animales y el amor de su familia son lo que realmente lo hacían feliz.

Y así, cada vez que llegaba a la finca, Pablo sabía que estaba volviendo a sus raíces, a un lugar donde podría seguir aprendiendo y viviendo aventuras emocionantes, siempre junto a su querido padrino Kevin y su tía Dúnia.

FIN.

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