Las Aventura de Rosa, Perro y Gato
En un pequeño pueblo lleno de colores, donde las flores crecían con alegría y los animales corrían libres, vivía una niña llamada Rosa. Tenía un perro llamado Max, que siempre la seguía a todas partes, y un gato llamado Tomás, que era muy curioso y le encantaba subirse a los árboles.
Un día, Rosa decidió salir al jardín donde habían plantado un sinfín de rosales. Mientras paseaba y olfateaba el dulce aroma de las flores, notó que Max y Tomás jugaban juntos. De repente, Max se detuvo y miró hacia un rincón del jardín. Allí, al pie de un rosal, había algo brillante.
"¿Qué es eso, Max?" - preguntó Rosa.
"¡Vamos a averiguarlo!" - ladró Max, emocionado, mientras se acercaba al lugar.
"Esperen, no se alejen mucho" - maulló Tomás, avanzando cauteloso.
Al acercarse, Rosa descubrió una pequeña caja de madera decorada con imágenes de manzanas y peras.
"¡Qué misteriosa!" - exclamó Rosa, levantando la caja con delicadeza. "Deberíamos abrirla. ¿Qué creen que hay dentro?"
"¡Tal vez golosinas!" - sugirió Max, moviendo la cola.
"O juguetes para nosotros..." - soñó Tomás, saltando de un lado a otro.
Rosa, llena de curiosidad, decidió abrir la caja. Dentro encontró un mapa que mostraba un camino que llevaba hacia el bosque cercano.
"¡Miren esto! Un mapa del tesoro!" - gritó emocionada.
"¿Un tesoro? ¡Vamos a buscarlo!" - ladró Max, saltando de alegría.
"Sí, sí, pero primero asegurémonos de que sea seguro" - respondió Tomás, con un tono más prudente.
Los tres amigos decidieron seguir el mapa. Caminaban entre los árboles mientras escuchaban el canto de los pájaros y el susurro del viento.
De repente, encontraron un río que no estaba en el mapa. Rosa se preocupó.
"¿Qué haremos ahora?" - preguntó con un suspiro.
"Podemos intentar cruzar, pero hay que tener cuidado" - dijo Max, mirando las piedras del río.
"O podríamos buscar un puente más arriba" - sugirió Tomás, analizando la situación.
Rosa pensó por un momento y recordó lo que su papá le había enseñado sobre encontrar soluciones.
"Vamos a buscar el puente. No hay prisa para llegar al tesoro, lo importante es estar juntos y aprender en el camino." - afirmó.
Así que decidieron no cruzar el río y buscar el puente. Después de un rato, lograron encontrarlo y cruzaron con seguridad.
Continuaron su aventura, enfrentándose a pequeños obstáculos como ramas caídas y senderos accidentados. Rosa estaba feliz, aprendiendo a resolver problemas con Max y Tomás.
Cuando finalmente llegaron a la marca que indicaba el lugar del tesoro, estaban agotados pero emocionados.
"¿Y ahora qué?" - preguntó Tomás, mirando a su alrededor.
"Deberíamos cavar aquí, en este lugar marcado" - dijo Rosa, señalando al mapa.
Comenzaron a cavar un pequeño pozo. Después de unos minutos, sus palas tocaron algo duro.
"¡Ya casi!" - gritó Max, saltando de entusiasmo.
En un instante, descubrieron un baúl antiguo cubierto de hojas y tierra. Rosa lo abrió con cuidado y dentro encontraron... ¡bienes! No eran oro ni joyas, sino algo más significativo: libros, herramientas de jardinería, y semillas de diferentes frutas.
"¿Esto es el tesoro?" - preguntó Tomás, confundido.
"¡Sí!" - respondió Rosa. "Podremos aprender a cultivar nuestras propias frutas y flores. No hay nada más valioso que el conocimiento y la amistad. Y, además, siempre podremos compartirlo con los demás." -
Max dio un ladrido de aprobación.
"¡Eso es, Rosa! ¡Vamos a plantar un jardín!" -
"Y a leer los libros juntos cada tarde" - agregó Tomás, acercándose con una sonrisa.
Así fue como Rosa, Max y Tomás regresaron al pueblo con su tesoro, que resultó ser una manera de crecer juntos y aprender, además de un bello jardín lleno de colores.
Desde entonces, no solo cultivaron frutas y flores, también sembraron nuevas aventuras en sus corazones, recordando que el verdadero tesoro está en los momentos compartidos y en la amistad.
Y así, cada día era una nueva oportunidad para explorar el mundo juntos, con los ojos llenos de curiosidad como un gato, la lealtad de un perro y el corazón de una niña.
FIN.