Las Aventura de Rubi y las Flores Mágicas
Era un hermoso día soleado en el Parque de las Maravillas, un lugar donde las flores bailaban con el viento y los pájaros cantaban melodías alegres. En este parque vivía una niña llamada Rubi, que tenía una profunda pasión por las flores.
- ¡Mira cuántas flores hay hoy! - exclamó Rubi, mientras corría hacia un claro lleno de coloridas margaritas y girasoles altos como ella.
Cada vez que Rubi iba al parque, preparaba un pequeño ritual. Comenzaba por olfatear cada flor, sintiendo los distintos aromas que cada una le ofrecía, como si cada fragancia contara una historia.
- ¡Oh, qué dulce huele esta flor de jazmín! - dijo mientras acariciaba suavemente sus pétalos.
Un día, mientras estaba inmersa en su juego, se encontró con una flor diferente, una orquídea que jamás había visto. Era de un color púrpura brillante y sus pétalos eran tan suaves como la seda. Rubi se acercó con curiosidad, pero notó que, a su lado, había un pequeño insecto preocupándose por algo.
- ¿Qué te pasa, amigo? - le preguntó Rubi, agachándose para observarlo mejor.
- ¡Hola! Soy un *Cuento*, el insecto guardián de las flores - respondió el pequeño ser con una voz temblorosa. - Estas flores necesitan tu ayuda. Cada vez que alguien las ignora, se marchitan un poquito más.
Rubi se sintió conmovida. Amaba las flores y nunca pensó que pudieran estar tristes.
- Pero, ¿qué puedo hacer yo? - inquirió Rubi con empatía.
- Debes mostrarles amor y aprecio. ¡Envíales una carta! - sugirió el insecto.
- ¿Una carta? Pero no tengo papel... - murmuró Rubi, sintiéndose un poco perdida.
- No te preocupes, puedes usar una hoja grande de esta flor - dijo el *Cuento*, señalando a una hermosa flor con grandes pétalos verdes.
Rubi encontró la hoja, la convirtió en una especie de carta y empezó a escribir: "Queridas flores, son las más bellas del mundo y las quiero mucho. Siempre las cuidaré y jugaré con ustedes. ¡Nunca se marchiten!"
Al terminar, Rubi dejó la hoja cerca de la orquídea y se alejó un poco para observar. Con cada palabra que decía, las flores comenzaron a brillar y a enderezarse, como si despertaran de un profundo sueño.
- ¡Mira! - gritó el Cuento emocionado. - ¡Lo hiciste! Las flores están más felices.
Rubi se sintió muy orgullosa. Nunca había imaginado que unas simples palabras pudieran hacer tanta diferencia. Pero la aventura no terminó ahí. De repente, el viento sopló fuerte y las flores comenzaron a moverse descontroladamente.
- ¡Oh! Esto no es bueno… ¡Las flores se están dispersando! - gritó el Cuento.
- ¡No puedo dejar que se vayan! - dijo Rubi, aprehensiva.
Sin pensarlo dos veces, Rubi tomó la mano del Cuento y corrieron juntos. Intentaron atrapar las flores voladoras con su magia. Rubi empezó a gritar:
- ¡Vuelvan! ¡Las necesitamos aquí! - con cada grito, parecía que las flores escuchaban su amor.
Finalmente, las flores regresaron a su lugar. Estaban más brillantes y llenas de vida que nunca.
- Lo lograste, Rubi. ¡Lo lograste! - exclamó el Cuento, abrazándola.
La niña comprendió que su amor y compromiso podían cambiar el mundo, incluso el pequeño mundo de un parque lleno de flores.
Desde ese día, Rubi no solo jugó en el parque, sino que se convirtió en la protectora de las flores. Siempre traía amigos para compartir la belleza que había descubierto y enseñarlos a amarlas como ella lo hacía. También comenzó a organizar pequeñas actividades con otros niños para plantar nuevas flores y aprender sobre su cuidado.
- ¡Vamos a ser guardianes de las flores! - exclamó Rubi un día mientras organizaba a sus amigos.
Y así, el Parque de las Maravillas se llenó de risas, juegos y flores maravillosas, donde cada pequeña acción podía hacer crecer un jardín de alegría y amor para todos.
FIN.