Las Aventura de Sandro y sus Colores



En un pequeño pueblo lleno de colores, vivía un niño llamado Sandro. Tenía 6 años y una forma muy especial de ver el mundo. Sandro pasaba las mañanas jugando en el patio de su casa con sus hermanos, Sofía y Tomás. Siempre encontraba aventuras en los lugares más inesperados.

Una tarde, mientras estaba en el jardín, Sandro vio algo brillante entre las hojas.

"¡Miren! ¡Encontré una piedra mágica!" - exclamó emocionado, sosteniendo una piedra que reflejaba los colores del arcoíris.

Sofía y Tomás se acercaron curiosos.

"¿Mágica?" - preguntó Sofía con una sonrisa.

"Sí, creo que puede llevarnos a un lugar especial" - respondió Sandro entusiasmado.

Los tres hermanos decidieron que al día siguiente llevarían la piedra a la escuela. Lucía brillante y diferente, justo como ella.

Cuando llegó el nuevo día, Sandro, con su mochila llena de sueños, partió al colegio junto a sus hermanos. Era su primer día en el nuevo jardín de infantes y un poco de nerviosismo lo acompañaba. Sin embargo, tenía la piedra mágica y eso lo hacía sentir valiente.

Al llegar, su maestra, la señorita Clara, les recibió con una gran sonrisa.

"¡Bienvenidos, chicos! Hoy vamos a aprender a ser amigos y a compartir aventuras. ¿Quién quiere contarme algo?"

"¡Yo!" - gritó Tomás, levantando la mano rápidamente. "Sandro encontró una piedra mágica en el jardín de casa".

La señorita Clara sonrió.

"Eso suena interesante. ¿Qué les parece si la usamos como desencadenante de historias?" - propuso.

Los niños se miraron emocionados y Sandro, aunque al principio un poco tímido, empezó a contarles sobre la piedra.

"Creo que cuando la sostenemos juntos, podemos ir a un lugar donde todos somos amigos y donde todo es colorido" - dijo Sandro, con sus ojos brillantes.

Sus compañeros estaban fascinados por la historia y empezó a fluir una imaginación colectiva. Juntos, crearon historias de mundos mágicos y aventuras que los llevaban a bosques encantados y mares de colores.

Era un momento especial, pero en uno de esos días, algunos compañeros no comprendieron del todo el entusiasmo de Sandro y comenzaron a hacerle bromas, afectándolo. Eso lo hizo sentir un poco triste.

Al llegar a casa, su mamá lo abrazó.

"¿Qué te pasó, amor?" - preguntó, notando su tristeza.

"En la escuela, algunos niños no entendían mis historias" - respondió Sandro con la voz entrecortada.

"Esos momentos son duros, pero debes recordar que tú eres especial y lo que piensas también lo es, Sandro. Puedes hablar con ellos y explicarles tu mundo" - le aconsejó su mamá.

Al día siguiente, en el colegio, Sandro decidió compartir algo más de sí mismo. En lugar de sentir miedo, se armó de coraje y llevó consigo su piedra mágica.

"Hoy voy a hacer un cuento sobre mi piedra mágicas. ¿Quieren escucharlo?" - preguntó Sandro con fuerza.

Sus compañeros lo miraron atentos y, cuando empezó a contar la historia, sus ojos se llenaron de vida. Al finalizar, todos aplaudieron.

"Eres muy divertido, Sandro. Podemos hacer una historia juntos" - dijo una niña llamada Lía.

"Sí, ¡podemos ir a la isla de los sueños donde todos somos amigos!" - continuó Tomás.

Esa fue la mejor decisión de Sandro. Juntos, formaron un círculo donde cada uno aportaba un pedacito de su imaginación, creando historias y risas, y así, poco a poco, se hizo un rincón en el que todos se unieron más y mejoraron en comprensión.

Los días siguieron llenos de aventuras, risas y nuevos amigos. Sandro se convirtió en un líder de imaginación, creando mundos llenos de colores y risas. Su alegría y su forma especial de ver la vida inspiraron a muchos.

Siempre recordaría que comparte sus sueños con su piedra mágica, y que, a través de la amistad y la comprensión, todos pueden descubrir la belleza en la diversidad.

Y así, Sandro descubrió que, aunque a veces puede ser difícil, cada día es una nueva aventura llena de colores por explorar.

FIN.

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