Las Aventura Emocional de Luna
Había una vez en un pequeño barrio de Buenos Aires, una perrita llamada Luna. Tenía un pelaje suave y brillante como la luna llena y unos ojos que reflejaban todas las estrellas del cielo. Aunque era una perra feliz, a veces no entendía por qué sentía tantas emociones diferentes. Por eso, decidió emprender una aventura para descubrir sus sentimientos.
Una mañana, mientras jugaba en el parque con su dueña, Sofía, Luna sintió algo extraño en su pancita. Miró a Sofía y pensó:
"¿Qué me pasa? ¡No me siento tan bien!"
Pero se le pasó rápido cuando vio a un perrito nuevo, llamado Max, corriendo hacia ella.
"¡Hola, Luna!" - dijo Max, meneando su cola.
"Hola, Max. ¡Qué alegría conocerte!" - respondió Luna, sintiéndose feliz.
Esa felicidad duró, hasta que vio que Max empezó a jugar con otro perrito, dejando a Luna a un lado. Luna sintió como si un nudo le apretara la pancita. En ese momento, su amiga Canela, una sabia gata del barrio, se acercó y le dijo:
"Luna, parece que estás sintiendo celos. Es normal, pero recuerda que tienes mucha gente que te quiere".
"No, yo no quiero sentir celos…" - respondió Luna, triste.
Pero Canela le explicó:
"Las emociones son parte de ser quien sos. A veces, te sentirás feliz, en otras, triste o celosa. Lo importante es aprender de ellas".
Decidida a entender mejor sus emociones, Luna visitó a un grupo de animales en el parque: la tortuga Tita, el loro Lalo y el conejo Tarugo.
"¡Hola, amigos! Quiero comprender mis emociones, ¿pueden ayudarme?" - preguntó Luna.
"¡Claro!" - exclamó Lalo. "A veces me siento asustado cuando llegan las tormentas".
"Yo me siento ansiosa cuando hay mucha gente y ruidos" - comentó Tita.
"Yo me siento feliz cuando juego con mis amigos, pero también triste cuando ellos se van" - añadió Tarugo.
Luna escuchó y se dio cuenta de que no estaba sola con sus sentimientos.
"Entonces, ¿no puedo sentir celos cuando veo a Max jugar?" - preguntó.
"Podés, pero no dejes que eso empañe tu alegría" - le aconsejó Tita.
Esa tarde, Luna decidió enfrentar su emoción de celos y se acercó a Max.
"Hola, Max. Soy Luna, y quiero jugar contigo también" - dijo, intentando sonreír.
"¡Claro! Me encantaría jugar juntos!" - respondió Max, y juntos empezaron a correr por el parque.
Con cada carrera y risa, Luna se sintió más alegre y comprendida.
Al regresar a casa, Sofía la abrazó y le dijo:
"Luna, me encanta que hagas nuevos amigos".
"Yo también, Sofía. Pero hoy aprendí que a veces se siente un poco celosita, y eso está bien" - explicó Luna, meneando la cola.
Esa noche, mientras se acurrucaba en su camita, Luna pensó en todas las emociones que había sentido.
"Tengo mucho que aprender, pero sé que puedo ser feliz, incluso si a veces me siento celosa o triste".
Desde entonces, Luna no solo corrió y jugó, también aprendió a hablar de sus emociones. Y cada vez que sentía algo nuevo, en vez de tener miedo, buscaba a sus amigos para entenderlo.
Así, Luna descubrió que conocer sus emociones era una aventura maravillosa. Y aunque a veces se sentía como una montaña rusa, estaba feliz de ser quien era.
Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.
FIN.