Las Aventuras Cotidianas de Jack
Era un día cualquiera en la vida de Jack. El sol asomaba tímidamente por la ventana y la alarma sonó, llenando su habitación con un pitido insistente. Jack estiró los brazos, se rascó los ojos y pensó: 'Hoy será un día genial'.
—Mamá, ya voy— gritó mientras se levantaba de la cama, aún un poco adormilado.
Se vistió rápido, eligió su camiseta favorita de superhéroe y sus jeans cómodos. Después de un buen desayuno —tostadas con mermelada y un vaso de leche—, salió corriendo hacia la puerta.
—¡No olvides tu mochila! — le recordó su mamá desde la cocina.
—¡Sí, mamá! — respondió mientras se ajustaba la mochila en los hombros.
Camino a la escuela, Jack estaba emocionado porque ese día les darían una sorpresa en clase. Al entrar en el aula, se encontró con sus amigos: Julián, Sofía y Mateo, quienes estaban charlando animadamente.
—¿Qué crees que será la sorpresa? — preguntó Julián.
—Ojalá sea un paseo— respondió Sofía, con los ojos brillantes de emoción.
Jack sonrió. —Yo espero que sea un taller de arte.
Cuando el timbre sonó y la maestra Laura entró al salón, todos se callaron.
—Buenos días, chicos. Hoy voy a darles una noticia muy especial— dijo sonriendo.
—¡Sí! — exclamaron al unísono.
—Haremos una feria de ciencias el próximo mes y todos deberán presentar un proyecto— anunció.
—¡Eso suena divertido! — dijo Mateo, mientras todos aplaudían.
Jack, aunque estaba emocionado, se sintió un poco nervioso. Nunca había hecho un proyecto de ciencias y no sabía por dónde empezar.
—¿En qué te gustaría trabajar? — le preguntó Sofía.
—No sé. No tengo muchas ideas— respondió Jack, rascándose la cabeza.
—Podemos trabajar juntos. A mí me encanta hacer experimentos— sugirió Julián, lleno de entusiasmo.
—¡Sí! ¡Así será más fácil! — contestó Jack, sintiéndose más aliviado.
Pasaron las horas y entre clases de matemáticas, lengua y educación física, Jack se dio cuenta de que tenía muchas ganas de aprender para la feria. En la clase de ciencias, la profesora les mostró cómo hacer un volcán con bicarbonato y vinagre.
—¡Miren! ¡Es como una erupción! — gritó la profesora mientras los niños contemplaban con asombro.
—¡Eso es increíble! — dijo Mateo.
Al terminar la clase, Jack se reunió con sus amigos para pensar en su proyecto.
—Podemos hacer un volcán— sugirió Julián.
—Es una gran idea, pero ¿cómo lo haremos? — cuestionó Sofía.
Así, pasaron el recreo hablando y anotando ideas, cuando Jack se iluminó.
—Podemos usar cartón para hacer la montaña— dijo entusiasmado.
—¡Y después le ponemos el líquido que explota! — agregó Sofía sin poder contener su alegría.
—Sí, ¡será genial! — exclamó Mateo.
Los días siguieron pasando y Jack, junto a sus amigos, se dedicaron a hacer su proyecto. Se reunían después de clase en la casa de Jack, donde cada uno aportaba materiales y ideas. La colaboración los unió.
Finalmente, llegó el día de la feria. El aula estaba decorada con proyectos coloridos y los padres de los alumnos llegaron a admirar las creaciones.
—¡Allá va nuestro volcán! — gritó Jack mientras todos se preparaban.
Cuando llegó su turno, Jack tomó un poco de nervios, pero se sintió confiado al ver a sus amigos a su lado. La erupción del volcán fue todo un éxito y el aplauso resonó en el aula.
—¡Hicieron un gran trabajo! — dijo la maestra Laura, orgullosa.
Al final del día, Jack sonrió. Había aprendido que, aunque los nuevos desafíos pueden dar miedo, trabajar en equipo y apoyar a los amigos hace todo más fácil.
—¿Qué les parece si, para la próxima feria, hacemos algo aún más loco? — propuso Julián, mirando a sus amigos.
—¡Sí! — contestaron todos al unísono, llenos de ideas y sueños sobre el siguiente proyecto.
Y así, la vida de Jack, un niño normal, se llenó de aventuras extraordinarias en su día a día en la escuela.
FIN.