Las Aventuras de Abuelita Betty y Sus Nietos
Era un soleado día en el barrio de Abuelita Betty, quien siempre vestía su delantal de flores. Casandra, de 9 años, estaba en el jardín jugando con su muñeca. Samuel, de solo 1 año, gateaba contento mientras exploraba el césped.
"¡Mira, Samuel!" - dijo Casandra, agachándose para mostrarle un pequeño insecto que se paseaba por una hoja. "Es una mariquita. ¡Es tan bonita!"
Samuel, con sus grandes ojos azules, sonrió y aplaudió con alegría. Justo cuando estaban disfrutando de la mariquita, Abuelita Betty salió al porche, con un sombrero grande que tenía un montón de flores.
"¡Hola, mis amores! ¿Qué están haciendo?" - preguntó sonriendo.
"¡Hola, abuela! Estamos mirando una mariquita, ¡mira!" - dijo Casandra, orgullosa.
"Es hermosa. ¿Quieren que hagamos una búsqueda del tesoro en el patio?" - sugirió Abuelita Betty.
"¡Sí!" - exclamaron ambos, emocionados.
Abuelita Betty les contó que había escondido unas pistas y un tesoro especial en el jardín. Casandra se puso a pensar rápidamente en cómo resolvería las pistas, mientras que Samuel baboseaba, emocionado por la aventura.
"La primera pista dice: ‘Donde el sol brilla y el viento sopla, ahí es donde se encuentra la primera bola’" - leyó Casandra en voz alta.
Empezaron a buscar por todo el jardín. Casandra miraba por debajo de las flores, mientras Samuel movía las manos tratando de agarrar cualquier hoja que veía. Finalmente, Samuel dio un grito.
"¡Gaaa!" - y tocó algo brillante que estaba entre las flores.
"¡Lo encontró!" - dijo Casandra, acercándose a ver. Era una bolita de colores."¡Buen trabajo, Samuel! Mírame, ahora tengo que resolver la siguiente pista. Dice: ‘Donde las aves cantan, y la sombra es fresca, el próximo tesoro te espera a la orilla de la mesa’.”
- “¿A la orilla de la mesa? ¿Dónde será eso, abuela? ” - preguntó Casandra.
- “Tal vez se refiere a la mesa del jardín donde a veces hacemos picnics,” - dijo Abuelita Betty.
Con emoción, siguieron hacia la mesa. Allí, bajo la sombrilla, encontraron una caja de madera.
"¡Esto debe ser!" - exclamó Casandra, abriendo la caja. Dentro había golosinas y pequeños juguetes.
"¡Mira, Samuel!" - le mostró a su hermanito, quien lanzó un pequeño gritito de felicidad.
De pronto, la puerta del patio se abrió y apareció el perro de la vecina, el travieso Pochi. Comenzó a corretear y a olfatear la caja.
"¡No, Pochi!" - gritó Casandra, tratando de apartarlo.
Pero Pochi, emocionado, dio un salto y derribó la caja, esparciendo las golosinas por todo el jardín. Samuel empezó a babearse, tratando de alcanzar un dulce que rodó hacia él.
- “¡Oh no! Tendremos que recoger todo esto ahora,” - lamentó Abuelita Betty, riendo mientras se agachaba a ayudar."Pero primero, ¿qué tal si hacemos un picnic? Podemos disfrutar de los dulces mientras ordenamos.”
"Sí, eso suena genial, abuela!" - dijo Casandra."Hagamos una manta para sentarnos."
Juntos, extendieron la manta en el césped y llenaron de golosinas el picnic improvisado. Mientras comían, Abuelita Betty les contó historias de su infancia, llenas de lecciones sobre la amistad y la generosidad.
"Siempre recuerden, mis amores, que lo más valioso no son los tesoros materiales, sino los momentos que compartimos juntos”, - dijo Betty mientras acariciaba a Samuel, quien baboseaba con su dulce.
"¡Sí, abuela! Te amamos mucho! ” - respondió Casandra, sonriendo.
Y así, aquella jornada se transformó en un recuerdo inolvidable lleno de risas, aprendizajes y grandes aventuras en familia. Al final del día, todos estaban felices de haberse amado y apoyado mutuamente, creando tesoros que durarán para siempre en sus corazones.
FIN.