Las Aventuras de Alaska y su Hueso Mágico
Era un día soleado en el parque, y Alaska, una perrita de pelaje blanco como la nieve, estaba feliz jugando con su hueso favorito. Este hueso no era un hueso común: tenía un brillo especial que hacía que Alaska se sintiera mágica cada vez que lo mordía.
Alaska corría de un lado a otro, moviendo su cola con alegría.
"¡Mira lo que tengo!" - exclamó, mostrando su hueso a sus amigos.
Sus compañeros de juego, un gato curioso llamado Nube y un perro juguetón llamado Max, se acercaron a ver.
"Parece un hueso muy especial, Alaska. ¿Cuánto puede divertirte?" - le preguntó Nube.
"¡Es el más divertido del mundo! ¡Vengan, jueguen conmigo!" - respondió Alaska, saltando de emoción.
Los tres amigos empezaron a jugar a la pelota, donde Alaska se encargaba de correr a buscar el hueso cada vez que Max lo lanzaba. Pero algo inesperado ocurrió.
Un fuerte viento sopló, y el hueso voló de las patas de Alaska, aterrizando en un charco.
"¡Oh, no!" - gritó Alaska.
"No te preocupes, Alaska. ¡Voy a ayudarte!" - dijo Max, corriendo hacia el charco.
Pero cuando Max se acercó, se dio cuenta de que el agua del charco brillaba con un color extraño y brillante.
"¡Alaska! Este charco parece... ¡mágico! Esto es emocionante. ¿Te gustaría que me metiera a buscarlo?" - sugirió Max.
"¡Sí! Pero ten cuidado, tal vez no sea seguro" - contestó Alaska, un tanto preocupada, pero muy emocionada.
Max respiró hondo y saltó al agua. Cuando tocó el charco, una serie de burbujas comenzaron a salir.
"¡Es increíble! ¡Mira cómo brillan!" - gritó Max, jugando en el agua.
De repente, el charco comenzó a burbujear cada vez más rápido, y de él salió un pequeño pez dorado.
"¡Hola! Soy Dorado, el pez mágico. ¿Quién me ha llamado?" - dijo el pez, haciendo piruetas en el aire.
"¡Fui yo!" - dijo Alaska.
"He estado mirando su juego, y si me devuelven a mi hogar en el arroyo, les concederé un deseo" - dijo el pez.
Alaska y Max se miraron entre sí, sorprendidos.
"¿Y si deseamos poder jugar juntos para siempre?" - sugirió Alaska.
"Pero, Alaska, el deseo puede ser algo más grande. ¿Qué tal si deseamos ayudar a otros animales a encontrar amigos?" - propuso Nube, que había estado observando desde la orilla.
Todos asintieron, y volvieron a mirar al pez.
"¡Deseamos que todos los animales tengan la oportunidad de encontrar amigos y jugar juntos!" - exclamó Alaska con entusiasmo.
El pez dorado brilló intensamente y, con un salto mágico, desapareció en el charco.
"¡Hecho! Ahora, todos los animales tendrán múltiples oportunidades de jugar y hacer amigos!" - dijo una voz mágica que resonaba en el aire.
Fue así que, a partir de ese día, el parque se llenó de animales que venían a jugar juntos. Alaska, Nube y Max se convirtieron en los mejores amigos, y todos los días disfrutaban de los juegos rodeados de una multitud de nuevas amistades.
Y así, jugando con su hueso mágico, Alaska aprendió que la verdadera magia reside en compartir y hacer felices a los demás.
Y colorín colorado, este cuento se ha terminado.
FIN.