Las aventuras de Amber y Canela
Era un día soleado en el vecindario y, como todos los días, al volver de la escuela, Juan se encontró con sus dos queridas mascotas: Amber, una perrita de pelaje dorado y ojos brillantes, y Canela, una traviesa perrita de color marrón que siempre tenía una chispa en su mirada.
-Juan, ¡Juan! -exclamó Amber, moviendo su cola a mil por hora.- ¡Estamos tan felices de verte!
-Sí, sí, sí, ¡nos morimos de ganas de jugar! -agregó Canela, saltando a su alrededor.
Juan se agachó para abrazarlas, disfrutando del momento. Todos los días, sus dos perritas lo recibían con alegría y abrazos, haciéndolo sentir especial. Pero hoy sentía que algo grande iba a suceder.
Después de jugar en el jardín y lanzarles la pelota, Juan decidió llevarlas a dar una vuelta por el parque. Agarró la correa y salió con sus perritas. Cuando llegaron al parque, Amber y Canela se revolcaron en la hierba fresca, jugando entre ellas.
-De repente, Amber notó algo extraño. -Mirá, Canela, ¿qué es eso? - preguntó, señalando hacia un arbusto.
-¡Vamos a investigar! -dijo Canela, con su espíritu aventurero al máximo.
Ambas perritas se acercaron al arbusto y lo que encontraron las dejó boquiabiertas: un pequeño cajón de madera. Estaba lleno de dibujos, cartas y algunos juguetes viejos.
-¿Quién habrá dejado esto aquí? -se preguntó Juan, mirándolas.- Vamos a abrirlo.
Con cuidado, Juan levantó la tapa. Los dibujos estaban hechos por niños y parecían contar historias. Una de las cartas decía: “Para quien encuentre este tesoro, nunca dejes de jugar y explorar, porque las aventuras son para compartir”.
-¡Es un tesoro de amigos! -exclamó Amber emocionada.
-¡Sí! ¡Vamos a buscar a los dueños! -respondió Canela, moviendo su cola con entusiasmo.
Juan se sintió inspirado por la idea. Juntos decidieron que debían hacer algo especial. Así que, con la ayuda de Amber y Canela, comenzó a buscar a los niños que pudieran haber dejado el tesoro en el parque.
Fueron de casa en casa, preguntando a los vecinos si conocían a los pequeños artistas de los dibujos. Después de un rato, encontraron a un grupo de niños en la plaza.
-Hola, chicos, miren lo que encontramos -dijo Juan, mostrando el cajón.
Los ojos de los niños se iluminaron. -¡Es nuestro! -gritó una niña con coletas rojas -¡Siempre jugamos aquí!
-¡Es un tesoro! -dijo un niño con una gorra azul. -Nosotros creamos esos dibujos para que alguien los encuentre.
Amber y Canela se acercaron a los niños, llenos de alegría. -¿Quieren jugar con nosotros? -preguntó Canela, moviendo la cola.
-Sí, ¡sí! -gritaron los niños, y juntos comenzaron a jugar, creando nuevas historias y aventuras en el parque.
Después de un largo día lleno de risas, Juan y sus perritas regresaron a casa, cansados pero felices. Al entrar, Amber y Canela saltaron a sus brazos, como si dijeran: “¡Hoy fue increíble! ”
-Gracias, chicas. ¡Sin ustedes no hubiéramos encontrado el tesoro! -dijo Juan, dándoles un abrazo.
Esa noche, antes de dormir, Juan pensó en la importancia de la amistad y la aventura. Aprendió que a veces los tesoros no son solo objetos, sino momentos compartidos y amistades que florecen en los lugares más inesperados.
Desde entonces, cada vez que jugaban juntos con los nuevos amigos, Juan, Amber y Canela recordaban aquella mágica tarde en el parque, donde un simple descubrimiento se convirtió en la aventura de una vida.
FIN.