Las Aventuras de Ana y Sofía en el Día Lluvioso
Era un día lluvioso en el pequeño pueblo de San Lúcas. Las nubes grises cubrían el cielo y los charcos se formaban rápidamente en las calles. Ana y Sofía, dos amigas inseparables, decidieron salir a jugar a pesar de la lluvia. Ambas llevaban botas de goma y abrigos coloridos, listas para saltar en los charcos.
"¡Mirá cuánto llueve, Sofía!" - exclamó Ana mientras saltaba en un charco.
"¡Es divertido!" - dijo Sofía riendo y haciéndolo también. "Pero no vayamos muy lejos. No queremos que nos mojen más de lo que ya estamos."
Pero la curiosidad de las niñas era más fuerte que la lluvia. Al correr y jugar, se distrajeron y comenzaron a explorar un viejo sendero que nunca habían visto antes.
"¿Dónde creés que lleva este camino?" - preguntó Ana.
"No sé, pero ¡vamos!" - respondió Sofía emocionada.
Las dos niñas siguieron por el sendero, riendo y jugando, hasta que no tardaron en darse cuenta de que ya no reconocían el lugar. Pronto, la lluvia empezó a ser más intensa.
"Ana, creo que nos hemos perdido..." - dijo Sofía con un hilo de voz.
"No te preocupes. Solo tenemos que volver por donde vinimos." - intentó tranquilizarla Ana, aunque su corazón también palpitaba rápido.
Dando marcha atrás, se dieron cuenta de que el camino ya no parecía el mismo. Los árboles eran más altos y las sombras más densas. La lluvia seguía cayendo y cada vez se sentían más desorientadas.
"¿Y si nos quedamos aquí un rato?" - propuso Ana. "Tal vez la lluvia pase y podamos ver mejor."
"Está bien..." - aceptó Sofía, frunciendo el ceño.
Mientras esperaban, una ardilla apareció frente a ellas, moviendo su colita y mirando curiosamente a las niñas. Ana sonrió al ver al animalito.
"Mirá, Sofía. ¡Una ardilla!" - dijo, señalando.
"¡Qué linda! Quizás ella sabe cómo volver a casa" - bromeó Sofía.
Las niñas decidieron seguir a la ardilla. Ellas la seguían de cerca, atravesando árboles y arbustos hasta que por fin llegaron a un pequeño arroyo. La ardilla se detuvo y miró hacia atrás como si las invitara a cruzar. Pero al mirar el otro lado, las niñas se dieron cuenta que había un puente viejo.
"El puente se ve un poco roto..." - dijo Sofía con cautela.
"Pero si no lo cruzamos, nunca volveremos. ¡Lo intentaremos juntas!" - le respondió Ana, tomando la mano de su amiga.
Con valentía, caminaron despacio sobre el puente. El ruido del agua corriendo debajo y la lluvia golpeando sus cabezas les daba un poco de miedo. De repente, un tablón del puente hizo un ruido extraño y las niñas se detuvieron en seco.
"¡Ay, no!" - gritó Sofía, aferrándose a la baranda.
"¡No pasa nada! Hay que seguir, vení!" - insistió Ana, motivándose a sí misma mientras tiraba suavemente de Sofía.
Finalmente, ambas llegaron al otro lado. Justo cuando estaban a punto de celebrar, vieron un lugar lleno de flores que nunca habían visto, brillando con colores vibrantes, incluso bajo la lluvia.
"¡Es hermoso!" - exclamó Ana.
"¡Mirá!" - dijo Sofía. "Hay un arcoíris. ¡Nos muestra el camino!"
Recordando el consejo de su maestra sobre los arcoíris que suelen aparecer después de las lluvias, las niñas decidieron seguir el arcoíris. Con cada paso, se sentían más seguras, hasta que el sendero las llevaba lentamente a casa, donde las esperaban preocupados sus padres.
Cuando llegaron, sus padres las abrazaron aliviados.
"¡Nos perdimos un poco, pero ahora estamos bien!" - avisó Ana.
"Y encontramos un arcoíris y un montón de flores!" - agregó Sofía emocionada, deseando contarles cada detalle.
Ese día, Ana y Sofía aprendieron que, aunque pueden surgir situaciones difíciles y desconcertantes, con valentía, amistad y un poco de creatividad, siempre pueden encontrar el camino de regreso a casa. ¡Y que cada aventura, incluso las desafiantes, puede ser una oportunidad para aprender y explorar!
FIN.