Las Aventuras de Andre y los Cocodrilos del Río Tumbes
En un pequeño pueblo argentino, situado a la orilla del impresionante río Tumbes, vivía un niño llamado Andre. Este niño era curioso y valiente, siempre listo para explorar los rincones de la naturaleza que lo rodeaba. Una mañana, mientras escuchaba los cantos de los pájaros y el suave murmullo del agua, decidió que era un buen día para una nueva aventura.
Andre se armó de su mochila, llenándola de bocadillos y un cuaderno para dibujar lo que iba a encontrar. Al salir de casa, se despidió de su mamá.
"¡Mamá, me voy a explorar!" - gritó emocionado.
"¡Ten cuidado, Andre!" - respondió su mamá con una sonrisa, sin saber que ese día sería más emocionante de lo que jamás imaginó.
Al llegar al río, Andre escuchó historias sobre cocodrilos que algunos de sus amigos le habían contado. Aunque parecían aterradoras, su curiosidad fue más fuerte.
"Dicen que son rápidos y astutos…" - murmuró mientras se acercaba a la orilla.
Con un poco de miedo pero sin rendirse, se acomodó para observar el agua brillante. De repente, vio una sombra que se movía rápidamente bajo la superficie.
"¡Wow! ¡Ahí hay uno!" - gritó Andre mientras su corazón latía con fuerza.
Los cocodrilos eran hermosos a pesar del temor que inspiraban. Andre tomó su cuaderno y comenzó a dibujar el magnífico reptil que nadaba. Sin embargo, la sombra se acercó a la orilla y, para su sorpresa, ¡era una cocodrila! Tenía una mirada tranquila, como si estuviera interesada en el niño. Andre no sabía si debía tener miedo o admirarla.
"Hola, ¿cómo te llamás?" - preguntó Andre, hablando en voz alta como si ella pudiera entenderlo.
La cocodrila soltó un suave rugido, casi como si estuviera respondiendo a su pregunta. Andre rió mientras la observaba. Entonces, decidió que debía acercarse un poco más.
A lo lejos, escuchó a su amigo Lucas llamándolo.
"¡Andre! ¿Estás bien? ¿Dónde estás?" - Lucas había llegado buscando a su amigo.
"¡Estoy aquí, ven! Mira a este increíble cocodrilo!" - Andre respondió, moviendo su mano para que Lucas se acercara.
Lucas llegó corriendo y cuando vio a la cocodrila se quedó boquiabierto.
"¡No puedo creerlo! ¿Deberíamos alejarnos?" - dijo Lucas, asustado.
"No, no, ¡es amiga!" - afirmó Andre mientras se acercaba un poco más.
La cocodrila movió su cola en el agua, salpicando a Andre y Lucas.
"¡Guau! ¡Es como un perro gigante!" - rió Lucas.
Ambos niños miraron fascinados a la cocodrila y, después de un rato, Andre tuvo una idea.
"¿Y si hacemos una competición?" - propuso. "Vemos quién puede lanzarle un alimento al agua y la cocodrila viene a buscarlo. ¿Qué te parece?"
Se pusieron a buscar pequeños frutos que cayeron de los árboles y cada uno tomó su tiempo para lanzar los bocados. La cocodrila siguió cada uno con atención, mostrando habilidades sorprendentes, saltando para pescar los trozos de comida que caían al agua. Andre y Lucas se divirtieron tanto que empezaron a olvidar el miedo.
De repente, dio un giro inesperado. Una fuerte corriente del río comenzó a arrastrar cosas, y Andre vio con horror cómo sus cosas caían al agua. Antes de que pudiese reaccionar, el pequeño cuaderno se deslizó río abajo.
"¡No, mi cuaderno!" - gritó Andre.
"¡Tienes que ir por él!" - exclamó Lucas, alarmado.
"No puedo, ¡tengo miedo del agua!" - Andre, apretando los dientes, se sintió abrumado.
Pero en ese momento, la cocodrila se acercó a la orilla y, con un movimiento ágil, nadó en dirección al cuaderno que flotaba. Para su asombro, recogió el cuaderno con su hocico y lo llevó de vuelta a la orilla.
"¡Increíble! ¡Ella salvó tu cuaderno!" - dijo Lucas, emocionado.
Andre no podía creer lo que estaba sucediendo. Agradecido, decidió llamarla de nuevo.
"¡Gracias, amiga cocodrila!" - gritó.
La cocodrila lo miró fijamente y Andre sintió que había creado un vínculo especial con el majestuoso animal. Luego se giró hacia Lucas y dijo:
"A veces lo que tememos puede convertirse en nuestro mayor amigo. ¡Y yo aprendí eso gracias a ella!"
Con una nueva lección en su bolsillo, se prometieron regresar al río Tumbes y visitar a su nueva amiga cocodrila. Andre y Lucas se fueron a casa, sus corazones llenos de alegría y sus mentes repletas de historias por contar. Y aprendieron que, con valor y respeto, hasta los seres que parecen temibles pueden ser aliados en nuestras aventuras.
La cocodrila siguió nadando en el río, siendo testigo de la amistad y el valor de dos niños que, ese día, descubrieron que la verdadera aventura está en el descubrimiento.
FIN.