Las Aventuras de Bautista el Explorador



Había una vez un niño llamado Bautista, que vivía en un pequeño pueblo en Argentina. Desde muy temprana edad, Bautista tenía un sueño: quería explorar el mundo y descubrir todos los secretos que guardaban los lugares exóticos. Siempre llevaba consigo una mochila llena de sus herramientas de explorador: una brújula, una lupa, un cuaderno y un lápiz.

Un día, mientras estaba en su casa, Bautista escuchó un rumor entre sus amigos. "Dicen que en la selva de Misiones hay un lago que brilla como las estrellas, pero nadie ha podido encontrarlo"-, comentó su amigo Lucas.

"¡Eso suena increíble!", exclamó Bautista con los ojos iluminados. No podía resistirse a la idea de una nueva aventura. Al día siguiente, se despidió de sus padres y se lanzó a la selva, siguiendo el camino que los lugareños siempre referían.

A medida que se adentraba en la espesura, la selva se llenaba de sonidos nuevos: el canto de los pájaros, el murmullo de las hojas y el zumbido de los insectos. Bautista estaba fascinado. "¡Mirá eso!"-, gritó, señalando a un grupo de mariposas que danzaban a su alrededor.

Mientras exploraba, Bautista se topó con un viejo y sabio hombre que parecía conocer bien la selva. "Hola, pequeño explorador. ¿Qué buscas en este lugar mágico?"-, preguntó el hombre con una sonrisa.

"Busco el lago que brilla como las estrellas, pero no sé cómo llegar", respondió Bautista, un poco desalentado.

"Ah, el Lago Estelar es un lugar muy especial, pero muy pocos llegan a verlo. Debes saber que el camino es complicado y necesitas ser valiente y astuto"-, le advirtió el sabio.

Bautista, emocionado, aseguró: "Soy valiente, estoy listo para cualquier desafío"-.

El viejo le dio un mapa antiguo y le explicó algunas pistas: "Debes seguir el curso del río y después buscar un árbol con tres troncos. Desde allí, el camino al lago se volverá claro"-.

Bautista agradeció al hombre y se puso en camino. Sin embargo, no lo tenía fácil. Después de un rato, el clima cambió drásticamente: empezaron a caer gotas de lluvia y el cielo se nubló. Bautista miró el mapa y murmuró para sí mismo: "Si me quedo aquí, no voy a llegar nunca"-.

Con determinación, siguió adelante, pero pronto, se dio cuenta de que había perdido su sentido de la dirección. Al ver que la lluvia aumentaba, sintió que su corazón se aceleraba. "¿Qué haré ahora?"- pensó angustiado. Sin embargo, recordó las palabras del sabio: "Debes ser astuto"-.

Fue entonces cuando decidió usar su brújula. A pesar de que la lluvia dificultaba la visibilidad, Bautista se enfocó y logró orientarse. Finalmente, encontró el árbol de tres troncos. "¡Lo encontré!"- gritó con alegría.

Feliz, comenzó a avanzar, y de repente, el sonido del agua lo llevó a un claro. Al llegar, se quedó sin aliento. Ante él, un lago resplandecía con luces que danzaban como si las estrellas se hubieran caído del cielo. "¡El Lago Estelar!"-, exclamó, corriendo hacia el borde.

Mientras observaba el espectáculo, se dio cuenta de que cada estrella tenía una historia, una energía especial que iluminaba no sólo el lago, sino también su corazón. Le tomó un momento percibir que el verdadero tesoro de su aventura no estaba solamente en encontrar el lago, sino también en el camino que había seguido, los desafíos que había enfrentado y la valentía de no rendirse.

Bautista se sentó en la orilla del lago, sacó su cuaderno y empezó a dibujar todo lo que había visto y aprendido. "Cada aventura es una oportunidad para aprender algo nuevo"-, escribió. Justo cuando estaba por irse, el sabio apareció de nuevo. "Viste que se puede llegar cuando hay pasión y astucia, ¿verdad?"-, dijo con una sonrisa.

Bautista asintió con la cabeza, "Sí, ¡me siento como un verdadero explorador!"-.

Con el corazón lleno de alegría y el cuaderno repleto de dibujos y notas, Bautista regresó a su pueblo. Desde aquel día, cada vez que alguien le preguntaba sobre la selva y el Lago Estelar, él sonreía y decía: "No se trata solo de encontrar tesoros, ¡sino de disfrutar cada paso del camino!"-

FIN.

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