Las aventuras de Benicio y su abuela entre harinas y lecciones


Había una vez un niño llamado Benicio que vivía en un pequeño pueblo rodeado de campos verdes y árboles frondosos. Benicio era muy curioso y siempre estaba buscando nuevas aventuras.

Un día, mientras exploraba el jardín trasero de su casa, vio a su abuela, doña Rosa, preparando algo delicioso en la cocina. Se acercó sigilosamente y descubrió que estaba haciendo unas dounas caseras.

El aroma dulce llenaba el aire y hacía que el estómago de Benicio rugiera de hambre. "Abuela, ¿puedo ayudarte?" -preguntó Benicio con entusiasmo. La abuela sonrió y asintió con la cabeza. Juntos comenzaron a mezclar los ingredientes: harina, azúcar, huevos y levadura.

Mientras amasaban la masa, la abuela le contaba historias sobre cuando ella era joven y cómo solía hacer dounas para toda la familia. Después de dejar reposar la masa durante un tiempo, llegó el momento más emocionante: freírlas en aceite caliente hasta que se pusieran doradas y crujientes.

Benicio no podía esperar para probarlas. Cuando las dounas estuvieron listas, doña Rosa las sacó cuidadosamente del aceite caliente y las dejó enfriar sobre papel absorbente. El olor tentador llenaba cada rincón de la casa.

"¡Mmm! ¡Qué rico se ve!" -exclamó Benicio mientras se relamía los labios. Pero justo cuando iba a tomar una douna recién hecha, escucharon un ruido proveniente del jardín.

Salieron corriendo y vieron a un grupo de pájaros hambrientos que habían llegado para robarse las dounas. "¡Oh no! ¡Los pájaros están atacando nuestras dounas!" -gritó Benicio preocupado. La abuela, con calma y astucia, tuvo una idea brillante.

Rápidamente agarró unas cuantas migajas de pan y las esparció por el suelo lejos de la mesa donde estaban las dounas. Los pájaros se distrajeron con el pan y dejaron de intentar llevarse las deliciosas dounas.

Mientras los pájaros disfrutaban de su pequeño festín, doña Rosa y Benicio tomaron todas las dounas restantes y las guardaron en un lugar seguro dentro de la casa. "Abuela, ¿qué vamos a hacer ahora?" -preguntó Benicio preocupado-. "Quiero compartir estas deliciosas dounas contigo".

La abuela sonrió con ternura y le dijo: "Benicio, siempre hay una solución para cada problema. Vamos a hornear más dounas juntos". Y así lo hicieron. Durante toda la tarde, Benicio y su abuela llenaron la casa con el aroma dulce de las deliciosas dounas recién horneadas.

Esta vez, asegurándose de mantenerlas bien protegidas para que ningún pájaro travieso pudiera llevárselas. Al finalizar, sentados en la cocina frente a un plato lleno de dounas caseras, Benicio miró a su abuela con gratitud.

"Abuela, gracias por enseñarme que siempre hay una solución y que nunca debemos rendirnos. Además, aprendí a hacer las mejores dounas del mundo". La abuela sonrió y le dio un abrazo cariñoso. "Benicio, siempre recuerda que el esfuerzo y la perseverancia dan sus frutos.

Y ahora, ¡vamos a disfrutar de nuestras deliciosas dounas juntos!"Y así, Benicio y su abuela compartieron una tarde llena de risas, sabores dulces y valiosas lecciones de vida mientras devoraban las ricas dounas caseras. Fin.

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