Las Aventuras de Benjamín y su Gran Día en la Playa



Era un soleado sábado de verano cuando Benjamín despertó con una gran sonrisa en su rostro. Hoy era un día especial: ¡su familia iba a la playa! Con su gorra de rayas y una mochila llena de juguetes, no podía esperar más.

-Benjamín, ven a desayunar, ya estamos listos para partir -llamó su mamá, mientras servía tostadas con mermelada y jugo de naranja en la mesa.

-¡Ya voy, mami! -contestó Benjamín, corriendo hacia la cocina.

Después de un delicioso desayuno, tomó de la mano a su papá y mamá y juntos se subieron al auto. Benjamín miraba por la ventana, viendo cómo el paisaje cambiaba y se llenaba de árboles verdes y casas coloridas.

-¡Mira, un perro! -exclamó, señalando a un golden retriever que corría feliz por el lado de la carretera.

Cuando finalmente llegaron a la playa, Benjamín soltó un grito de alegría:

-¡La playa, la playa! -saltó de emoción, mientras se desabrochaba el cinturón rápidamente.

Corrió hacia la arena suave, dejando huellas detrás de él. -Papi, ¡mirá el mar! -gritó, mientras sus ojos brillaban al ver las olas romper.

Los padres de Benjamín sonrieron al verlo tan feliz. Decidieron instalarse cerca del agua y comenzaron a poner la sombrilla.

-Benjamín, ¿quieres construir un castillo de arena? -preguntó su mamá.

-¡Sí! -contestó, sacando de su mochila su pala y balde.

Tanto él como sus padres pasaron horas cavando, moldeando y decorando el castillo con conchitas. Pero en medio de su diversión, Benjamín notó que algunos niños cerca de él parecían un poco tristes. Se acercó para preguntar:

-¿Por qué están tan tristes? -dijo Benjamín con su mirada llena de luz.

-No tenemos a nadie con quien jugar -respondió una niña con una pala rota en la mano.

Sin pensarlo dos veces, Benjamín les dijo:

-¡Vengan a jugar a nuestro castillo! -y los invitó con una sonrisa.

Los nuevos amigos aceptaron entusiasmados y pronto se unieron al equipo de construcción. Juntos, galardonaron al castillo con torres, puentes y una bandera hecha de una toalla. Benjamín no podía estar más contento:

-¡Miren lo que hicimos! -exclamó.

Pero justo cuando estaban a punto de terminar, una ola inesperada se acercó rápidamente. Todos gritaron:

-¡Cuidado! -dijo uno de los niños antes de que la ola alcanzara a su castillo y, con un solo golpe, lo arrastró todo.

Benjamín se quedó en shock. Miró a sus amigos, quienes tenían caritas tristes. Pero en lugar de llorar, recordó lo importante que era compartir la diversión.

-¡No se preocupen! Podemos construir otro, ¡y será más grande! -dijo con energía.

Juntos, comenzaron de nuevo. Mientras trabajaban, Benjamín compartía su entusiasmo con todos:

-¿Sabían que en la playa hay cosas mágicas? Cuando construimos a gusto, el mar siempre quiere jugar también. ¿Por qué no le hacemos caso y hacemos el castillo más grande todavía? ¡Si la ola vuelve, será porque quiere jugar con nosotros! -se rió.

Con este nuevo enfoque, sus amigos también se dejaron llevar por la alegría de reconstruir. Unieron todas sus fuerzas y, al final del día, habían creado un impresionante castillo de arena, tan alto que hasta lograron ponerle una bandera de tela.

-¡Lo logramos! -gritó Benjamín, mientras se abrazaban todos en ronda.

-¡Sos un genio, Benjamín! -le dijo la niña de la pala rota, ahora llena de arena pero todavía sonriendo.

Cuando cayó el sol, todos se sentaron sobre la arena para observar cómo se pintaba el cielo de color naranja y rosa.

-Gracias por jugar con nosotros -dijo uno de los nuevos amigos.

-¡De nada! -respondió Benjamín-. Siempre hay lugar para más amigos en nuestra diversión.

Y así, Benjamín aprendió que compartir y jugar juntos hace que cada aventura sea especial. Al final del día, se sentó en la arena junto a sus padres, mirando el atardecer y sonriendo, sabiendo que había hecho nuevos amigos en su gran día en la playa.

-Mami, ¿podemos volver a la playa mañana? -preguntó con un guiño.

-¡Claro que sí, cariño! -respondió su papá, sonriendo, mientras le daba un abrazo.

Y así, con el corazón lleno de alegría, Benjamín cerró los ojos sintiéndose afortunado por el día que había vivido.

FIN.

Dirección del Cuentito copiada!