Las Aventuras de Camila en el Mundo de la Luz
Camila era una niña de ocho años que, como muchas otras, le tenía pavor a la oscuridad. Cada vez que se apagaban las luces, su corazón empezaba a latir más rápido y su imaginación se llenaba de sombras y ruidos extraños. Una noche, sus papás tuvieron que salir brevemente, así que la dejaron en casa con la luz de su cuarto encendida. Pero al poco tiempo, la luz se apagó porque se había fundido la bombita.
"¡No! ¡No! ¡No!" - gritó Camila, mientras buscaba ansiosamente la linterna. Al no encontrarla, se dejó caer en la cama, llorando con la almohada como único refugio de su tristeza. La habitación estaba envuelta en un silencio que le parecía más aterrador que nunca. Sin darse cuenta, se quedó dormida.
En su sueño, Camila se encontró en un mundo donde la oscuridad nunca existía. Extrañamente iluminado por una luz dorada brillante, el lugar estaba lleno de árboles enormes con hojas que relucían como estrellas. Animales de colores vivos jugaron alrededor de ella, y el aire olía a flores de todos los colores.
"¿Dónde estoy?" - preguntó Camila, aún algo confundida. Un pequeño conejo de pelaje blanco se le acercó.
"¡Bienvenida, Camila!" - dijo el conejo, moviendo sus orejas con entusiasmo. "Este es el Reino de la Luz, donde todos son bienvenidos. No hay sombra ni miedo aquí."
Camila sonrió; estaba fascinada. "¿Qué puedo hacer aquí?"
"¡Vamos a jugar!" - exclamó el conejo. "Te mostraré lugares maravillosos."
Camila y el conejo saltaron y corrieron entre los árboles, creando caminos de luces brillantes. Jugaron a las escondidas con un grupo de luciérnagas mágicas que iluminaban el lugar. Camila sintió cómo la risa llenaba su corazón, y por primera vez, no pensó en la oscuridad.
De repente, encontraron un lago de agua cristalina. Al acercarse, vieron reflejos de los colores vibrantes del cielo, pero algo extraño sucedía en el fondo del agua. Una sombra oscura se movía entre los pececitos.
"¿Qué es eso?" - preguntó Camila, sintiéndose incómoda al ver la sombra.
"No te preocupes, Camila!" - le dijo el conejo. "Es solo un pequeño obstáculo. La oscuridad a veces puede parecer aterradora, pero también puede ser parte de algo hermoso."
Sin pensarlo, Camila decidió acercarse al agua y gritó: "¡Hola! ¿Eres un amigo o un enemigo?". La sombra emergió y, para su sorpresa, era un pequeño dragón con escamas relucientes.
"¡Hola!" - dijo el dragón, hablando con una voz suave. "Mi nombre es Sombra. He estado atrapado aquí porque tengo miedo de salir y enfrentar la luz."
Camila sintió empatía por él. "Pero si no sales, te perderás todo lo hermoso de este lugar, como yo me perdí por tanto tiempo en la oscuridad".
"Pero... ¿y si la luz me lastima?" - preguntó Sombra, titubeando.
"No te va a lastimar," - respondió con sinceridad Camila. "La luz puede ser cálida y acogedora. Así como nosotros, tú también necesitas conocerla. ¡Ven conmigo!".
Con un poco de valentía, el dragón decidió unirse a ellas. Camila, Sombra y el conejo exploraron el Reino de la Luz juntos, aprendiendo a jugar y reír sin ataduras. Al final del día, se sentaron a mirar el sol ponerse, llenos de esperanza y alegría.
"Gracias, Camila," - dijo Sombra. "Me enseñaste que no debo tenerle miedo a la luz ni a la oscuridad. Ambos son parte de la vida."
"Y yo aprendí que lo desconocido no siempre es aterrador, especialmente si lo enfrentas con amigos," - añadió Camila.
Fue entonces cuando Camila despertó en su cama, con la luz del amanecer iluminando su habitación. Aunque aún era un poquito tímida ante la oscuridad, ya no la asustaba tanto. Sabía que, al igual que en su sueño, podría encontrar la luz incluso en los momentos más oscuros. Así que, con el corazón lleno de valor, decidió enfrentar la noche con una nueva perspectiva. Desde entonces, cada vez que se apagaba la luz, Camila recordaba al dragón Sombra y el valioso mensaje que había aprendido en sus aventuras:
"La luz y la oscuridad pueden coexistir, y es posible encontrar la belleza en ambos."
Y así, Camila se convirtió en una valiente exploradora, tanto de su habitación como de su mundo, iluminándolo con su risa y sus travesuras, sin permitir que el miedo a la oscuridad la detuviera nuevamente.
FIN.