Las Aventuras de Carolina y Malena en la Huerta Mágica
Era una cálida tarde en el pequeño pueblo de Flor del Valle, donde vivían dos mejores amigas, Carolina y Malena. Siempre se solían divertir juntas, pero ese día era diferente. Con las pancitas rugiendo de hambre, ambas se miraron y comenzaron a llorar.
"¿Qué hacemos, Malena? No hay nada de comida en casa", dijo Carolina, limpiándose las lágrimas con una mano.
"No sé, Carolina. ¡Siempre nos pasa lo mismo!", respondió Malena, sintiendo cómo su estómago hacía ruidos indispensables.
Mientras lloraban, un pájaro pequeño y colorido se posó en la rama de un árbol cercano. Les miró curiosamente y, al escucharlas, decidió hacer algo al respecto.
"¿Qué les pasa, chicas?", preguntó el pájaro con su vocecita dulce.
Carolina y Malena levantaron la vista, sorprendidas. Jamás habían hablado con un pájaro antes.
"Nos da mucha hambre y no tenemos nada para comer", lloró Carolina.
"Sí, si al menos pudiéramos encontrar comida…", añadió Malena, con una expresión de desánimo.
El pájaro, que se llamaba Pico, las observó y tuvo una idea brillante.
"¡Tengo una gran idea! Si me siguen, puedo llevarlas a la Huerta Mágica. Allí crecen los mejores alimentos del mundo!".
Las chicas se miraron intrigadas. No podían creer que algo tan maravilloso existiera justo a su alrededor.
"¿En serio? ¿Nos ayudarías a encontrarla?", preguntó Malena, ya comenzando a sonreír.
"¡Claro! ¡Síganme!", dijo Pico, y comenzó a volar hacia un lugar que ambas desconocían.
Carolina y Malena lo siguieron, corriendo emocionadas. Después de un rato, llegaron a un espacio que parecía sacado de un cuento. Había verduras de todos los colores y tamaños, y las flores estaban llenas de frutas relucientes.
"¡Es increíble!", exclamó Carolina. "¡Nunca había visto tantas verduras bonitas!"
"Y esas frutas, parecen caramelos!", añadió Malena, con los ojos brillando de felicidad.
"Pueden recoger lo que quieran, pero no olviden que debemos cuidar de la Huerta Mágica", dijo Pico.
Las amigas comenzaron a recoger tomate, zanahorias y fresas mientras reían. Se sintieron felices al ver cómo llenaban sus canastos.
"Esto es lo mejor que nos ha pasado", gritó Malena.
Pero, al poco tiempo, encontraron un problema. Mientras recolectaban hortensias, se dieron cuenta de que el agua de la huerta estaba escasa. Las plantas comenzaban a marchitarse y algunas frutas ya no parecían tan frescas.
"Oh no, ¿qué hacemos?", se preocupó Carolina.
"No podemos dejar que la huerta se muera. Pienso que necesitamos ayudar a Pico a cuidar de este lugar", opinó Malena.
Las dos amigas decidieron que no solo era suficiente con comer de la huerta, sino que debían contribuir a su mantenimiento. Unidas, idearon un plan: buscar el agua en la fuente del pueblo y llevarla a la huerta.
"Vamos a hacerlo. ¡Juntas podemos!", afirmó Carolina con determinación.
Mientras llevaban sus canastos, Pico voló a su lado.
"¡Ustedes son muy valientes! Estoy orgulloso de ustedes", les dijo, y las chicas se sintieron emocionadas.
Al llegar a la fuente, llenaron sus cubos de agua y comenzaron a caminar de regreso a la huerta. Cada paso era más ligero que el anterior, llenas de energía.
Al llegar, regaron las plantas con cuidado y dedicación. Las flores parecieron sonreír y levantarse, agradecidas. Al cabo de un rato, la huerta volvió a cobrar vida, y los colores del lugar resplandecieron aún más.
"Lo logramos, Malena!", exclamó Carolina.
"Sí, ¡lo hicimos juntas!", gritó Malena contenta.
El pájaro Pico alegró los corazones de las chicas con un trino en agradecimiento y, al mirar sus canastos llenos de comida, Carolina y Malena se sintieron felices.
"Aprendí que compartir y ayudar a los demás es tan importante como comer", reflexionó Carolina, poniendo una mano sobre el hombro de Malena.
"Y que juntos somos más fuertes", añadió Malena con una sonrisa de oreja a oreja.
Así, con sus canastos llenos y corazones aún más llenos, las dos amigas regresaron a casa, prometiendo cuidar siempre de su nueva amistad y de la Huerta Mágica.
Si alguna vez se encontraban con un similar dilema, recordarían que la verdadera felicidad estaba en ayudar a los demás y cuidar de la naturaleza, porque siempre habría comida para quienes compartían.
Y desde ese día en adelante, Carolina y Malena no solo se alimentaron de la Huerta Mágica, sino que también se convirtieron en parte de ella, cuidándola como si fuera un tesoro.
FIN.