Las Aventuras de César y Kimberly



César y Kimberly eran una pareja que se querían muchísimo. Un día, decidieron hacer un viaje hacia el otro lado del país. Con su auto lleno de bocadillos y su cámara lista para capturar momentos, arrancaron emocionados.

A medida que avanzaban, los paisajes cambiaban, pasando de verdes montañas a llanuras doradas. Después de varias horas de manejo, Kimberly dijo:

"César, ¡mira ese hermoso lago! ¡Deberíamos detenernos!"

"Claro, amor. Un rato de descanso nunca viene mal."

Así que pararon en el lago y se divertieron tirando piedras al agua y haciendo pequeñas carreras hasta la orilla. Sin embargo, después de un rato, volvieron a su auto y continuaron el viaje. Pero, ¡oh no! De repente, escucharon un ruido extraño.

"¿Qué fue eso?" preguntó César con preocupación.

"No sé, ¡suena como si algo estuviera mal!" respondió Kimberly.

César manejó despacio a un lado de la carretera y salió a revisar. ¡Era una llanta pinchada!"Uy, esto sí que no estaba en la lista de cosas por hacer hoy..." se quejó César mientras se agachaba a revisarla.

"No te preocupes, César. ¡Yo te ayudo!" dijo Kimberly con una sonrisa.

"¿Y tú sabes cómo parchar una llanta?" preguntó él.

"¡Por supuesto!" Y así, juntos, aprendieron a cambiar la llanta. César se impresionó con la habilidad de Kimberly y ambos se rieron mucho mientras trabajaban en equipo.

Después de esa pequeña aventura, continuaron su camino y cuando llegó la noche, decidieron dormir en medio del desierto, bajo un manto lleno de estrellas.

"¡Qué espectacular estar aquí!" susurró Kimberly, contemplando el cielo.

"Sí, cada estrella parece contar una historia..." respondió César. Se acurrucaron juntos, disfrutando de la paz del desierto.

En medio de la noche, escucharon un llanto. Ambos se levantaron sobresaltados. Al mirar alrededor, vieron a un niño pequeño sentado cerca de su auto, llorando a mares.

"¿Qué le pasa a ese niño?" susurró Kimberly.

"No tengo idea. Vamos a ver qué le ocurre."

Se acercaron con cuidado al niño, que parecía muy asustado.

"Hola, ¿estás perdido?" preguntó César.

"Sí... no puedo encontrar a mis papás," sollozó el niño.

"No te preocupes. Vamos a ayudarte a encontrarlos. ¿Cómo te llamas?" dijo Kimberly.

"Me llamo Tomás."

César y Kimberly se miraron, preocupados pero decididos.

"Vamos a buscar a tus papás, Tomás. Primero, intentemos recordar por dónde estuviste."

"Yo estaba jugando cerca de unas piedras... y luego no sé cómo llegué aquí."

Así que, entre las tres de la mañana y el amanecer, ellos tres comenzaron una búsqueda. Se esforzaron por preguntar a otras personas que estaban acampando, recorriendo el lugar hasta que, finalmente, un grupo de personas empezó a acercarse. Al fondo, los padres de Tomás gritaban su nombre.

"¡Tomás!" gritó su madre.

"¡Acá estoy!" respondió él, corriendo hacia ellos.

César y Kimberly se sintieron aliviados y felices al ver la sonrisa en el rostro del niño. Sus padres, aliviados también, agradecieron a César y a Kimberly.

"No sé cómo agradecerles. Estábamos tan preocupados, pero ustedes lo encontraron."

"Fue un placer ayudarlos. Hicimos un gran equipo." dijo César con una sonrisa.

"Sí, ¡cada aventura trae sorpresas inesperadas!" agregó Kimberly, abrazando a Tomás.

Después de esa aventura, César y Kimberly continuaron su viaje hacia el otro lado del país, con más historias y recuerdos para atesorar. Habían aprendido que, a veces, incluso en lo inesperado, hay oportunidades para ayudar a otros y hacer colegas en el camino. Y así, con risas y amor, su viaje siguió mientras soñaban con la siguiente aventura que la vida les traería, sabiendo que juntos podrían superar cualquier obstáculo.

FIN.

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