Las Aventuras de Chiver, Coquito y Marinera



Había una vez, en un lindo barrio, una perrita beagle llamada Chiver. Chiver era juguetona, curiosa, y le encantaba correr y explorar. Su mejor amiga era Marinera, una perra con un pelaje marrón brillante que siempre estaba lista para una nueva aventura. Y no podemos olvidar a Coquito, la mamá de Chiver, siempre cuidándolas y dándoles amor.

Un soleado día de primavera, Chiver y Marinera se encontraron en el parque, donde su juguete favorito, una brillante pelota rosada, las estaba esperando.

"¡Hola, Marinera!" - ladró Chiver emocionada. "¡Hoy es un día perfecto para jugar!"

"¡Sí, Chiver!" - respondió Marinera dando saltitos. "Vamos a buscarla en todos los rincones del parque. ¿Quién la encontrará primero?"

Las dos perritas comenzaron a correr y a olfatear por todas partes. Pasaron por debajo de los árboles, alrededor de las flores y hasta cerca del estanque.

"¡Mirá! ¡Acá hay un rincón nuevo!" - dijo Chiver mientras se detenía frente a un arbusto.

"¡Vamos a revisar!" - exclamó Marinera mientras se acercaba.

Pero al intentar meterse entre los arbustos, los dos amigos escucharon un pequeño gemido. Se miraron y decidieron investigar.

"¿Qué fue eso?" - preguntó Marinera, un poco asustada.

"No sé, pero tenemos que ayudar" - respondió Chiver, valiente como siempre.

Con cuidado, empezaron a mover las ramas y descubrieron un pequeño gatito atrapado. Su pelaje era suave y tenía grandes ojos verdes que miraban con confianza a las perritas.

"¡Ayuda!" - meó el gatito "Me he perdido y no puedo salir de aquí."

"¡No te preocupes! Vamos a ayudarte" - dijo Chiver, mientras Coquito se acercaba al arbusto, preocupada por la situación.

"¡Chiver! ¡Marinera! ¿Qué hacen ahí?" - preguntó Coquito.

"¡Encontramos a este gatito! Lo vamos a ayudar a salir" - respondió Marinera.

Coquito, siempre tan sabia, dijo:

"Es importante ayudar a los que están en apuros. Podemos trabajar juntas."

Las tres se unieron para liberar al gatito. Coquito, con su habilidad, empujó las ramas con cuidado, mientras Chiver y Marinera hacían un poco de espacio. Después de un par de intentos, el gatito logró salir y se quedó mirando a sus rescatadoras.

"¡Gracias!" - dijo el gatito con su voz suave. "Mi nombre es Nube, y estaba jugando sin mirar y me perdí."

"No hay de qué, Nube. Puedes jugar con nosotras si quieres. Buscamos una pelota rosada, ¿la viste?" - preguntó Chiver.

Nube, emocionado, comenzó a explorar junto a ellos.

"No la he visto, pero puedo ayudar a encontrarla. ¡Vamos!"

Con Nube como nuevo amigo, las aventuras en el parque se hicieron aún más emocionantes. Juntos, recorrieron cada rincón, preguntando a otros animales si habían visto la pelota. Incluso llegaron hasta la fuente, donde, un viejo pato les dijo:

"Vi una pelota rosada rodando hacia el estanque. No sé si la encontraste."

"¡Vamos, chicas! Echemos un vistazo al estanque!" - exclamó Marinera.

Al llegar al agua, vieron a la pelota rosada atrapada entre las algas.

"Escondida, pero la tenemos que rescatar!" - dijo Chiver.

Rápidamente, Nube tuvo una idea.

"¡Yo puedo meterme, soy pequeño!" - dijo el gatito, saltando hacia el borde.

"¡Ten cuidado!" - gritaron las tres a la vez.

Nube se asomó y, usando sus garras, logró alcanzar la pelota. Los tres amigos vitorearon cuando finalmente la sacó, empapada pero brillante como nunca.

"¡Lo lograste! ¡Eres un héroe!" - ladraron Chiver y Marinera a la vez.

"No lo habría hecho sin su ayuda" - respondió él sonriendo.

Estaban tan felices que decidieron jugar todos juntos. Corrieron, saltaron y se divirtieron con la pelota rosada, y esa tarde el parque se llenó de risas y ladridos alegres.

Cuando el sol comenzó a ponerse, Coquito dijo:

"Chicas, creo que es hora de volver a casa."

"¡No quiero que esto termine!" - se lamentó Marinera.

"Siempre hay un nuevo día para jugar y ayudar a los que lo necesiten. Recuerden lo que hicimos hoy" - dijo Coquito.

Cada una con el corazón lleno, regresaron, sabiendo que más que amigas, ahora eran un pequeño equipo. Juntas aprendieron la importancia de ayudar a los demás, de compartir, y de disfrutar de cada momento.

Desde aquel día, Chiver, Marinera y Nube no solo jugaron con la pelota rosada, sino que también se convirtieron en protectores del parque, ayudando a otros animales en apuros y creando muchas más aventuras.

Y así, en su pequeño mundo lleno de risas y buenos actos, continuaron escribiendo su historia como las mejores amigas del barrio.

FIN.

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