Las Aventuras de Ciro, Amadeo y Lucas en Colombia
Era un hermoso día de verano, y tres amigos inseparables, Ciro, Amadeo y Lucas, estaban sentados en el parque soñando con sus próximas aventuras. De repente, Ciro dijo:
"¡Chicos! ¿Y si viajamos a Colombia? He leído que es un país lleno de colores y música. ¡Podríamos hacer un viaje increíble!"
Amadeo, emocionado por la idea, saltó de su banco y gritó:
"¡Sí, sí! ¡Me encantaría! Podemos probar empanadas, bailar salsa y conocer montañas hermosas."
Lucas, que siempre era el más cauteloso, pensó un momento y dijo:
"Pero, chicos, ¿cómo lo vamos a hacer? No tenemos dinero para el pasaje..."
Ciro, que era muy creativo, respondió:
"Podemos hacer algo especial para conseguirlo. ¡Organicemos un torneo de fútbol en el barrio! Todos pueden participar y cobramos una entrada. Además, podemos vender cosas ricas para comer."
Los tres amigos se pusieron manos a la obra. Hicieron carteles, invitaron a todos sus amigos y empezaron a organizar el torneo. Un fin de semana soleado, el barrio se llenó de risas y fútbol. Finalmente, lograron juntar el dinero suficiente para su pasaje a Colombia.
Una semana después, partieron con sus mochilas llenas de sueños y un mapa que Ciro había dibujado. Al llegar al aeropuerto, estaban tan emocionados que casi no podían contenerse. Eran nuevos en el país, y todo les parecía mágico, desde el aire fresco hasta los colores vibrantes de las paredes.
"¡Miren esas montañas! ¡Son hermosas!" exclamó Amadeo, apuntando hacia las cumbres verdes.
"Y el aire huele a flores tropicales, ¡increíble!" agregó Ciro con una gran sonrisa.
Sin embargo, pronto se dieron cuenta de que no todo iba a ser fácil. Mientras recorrían las calles de Bogotá, se perdieron. Se miraron nerviosos.
"¿Qué hacemos ahora?" preguntó Lucas, un poco asustado.
"No hay que asustarse. Vamos a preguntar a alguien dónde estamos," sugirió Amadeo.
Así fue como se acercaron a una señora que vendía arepas:
"Disculpe, señora. ¿Nos puede ayudar? Estamos perdidos..."
La señora sonrió cálidamente.
"¡Claro, mis niños! Están cerca de la Plaza Bolívar. Pueden tomar el bus desde aquí. Pero primero, ¡prueben estas arepas! Son deliciosas."
Los chicos no solo se ubicaron, sino que también descubrieron un sabor nuevo y delicioso. Con la barriga llena y el alma contenta, se dirigieron a la plaza.
En la Plaza Bolívar, conocieron a un grupo de niños que jugaban a la pelota. Ciro, siempre el animador, dijo:
"¿Pueden jugar con nosotros?"
Los niños se pusieron a jugar y se hicieron amigos rápidamente. Aprendieron a jugar al fútbol colombiano, que era diferente al que estaban acostumbrados. Lo más emocionante fue que, al final, todos celebraron un gol con un baile típico, lleno de risas y alegría.
A medida que avanzaba el día, los chicos decidieron conocer el famoso Monserrate, una montaña con un monasterio en la cima. Para llegar, tenían que subir en un teleférico.
"¡Guau, qué alto!" gritó Lucas, quien tenía un poco de miedo pero estaba emocionado.
Cuando llegaron a la cima, la vista era impresionante. Podían ver toda la ciudad debajo de ellos.
"Esto es asombroso. ¡Nunca había visto algo igual!" dijo Amadeo, admirando el paisaje.
Pero a medida que comenzaba a anochecer, un giro inesperado ocurrió. Olvidaron que tenían que bajar antes de que cerraran el teleférico. Ciro miró su reloj y se dio cuenta:
"¡Chicos, hay que apurarse!"
Corrieron hacia el teleférico, pero ya estaba cerrado. Estaban preocupados.
"¡Ahora ¿cómo vamos a volver?" preguntó Lucas, asustado.
"No, no, no entremos en pánico. Igual podemos bajar a pie, no se puede estar tan lejos. Llenémonos de valor," dijo Amadeo con entusiasmo.
Así, tomaron una linterna, y decidieron descender por un sendero, iluminando el camino. Mientras bajaban, se encontraron con un grupo de personas nativas del lugar, las cuales les contaron historias y leyendas de la montaña. Se sintieron como verdaderos exploradores.
Finalmente, llegaron de vuelta a Bogotá, agotados pero felices. Al día siguiente, antes de regresar a la casa, compraron recuerdos y disfrutaron de un último día lleno de aventuras.
Al volver a casa, Ciro, Amadeo y Lucas, no solo habían adquirido experiencias únicas, sino que habían aprendido el valor del trabajo en equipo, de la amistad y de la valentía ante lo desconocido. Cada día fuera de su zona de confort les había enseñado algo nuevo.
Desde entonces, su lema se volvió:
"Cuando queremos algo de verdad, ¡siempre encontramos la manera de lograrlo!"
FIN.