Las Aventuras de Cora y Tito en las Cataratas de Iguazú



En una pequeña aldea de la provincia de Misiones, vivían dos amigos inseparables: Cora, una niña curiosa y valiente, y Tito, un loro que siempre estaba dispuesto a ayudar a su amiga. Cora soñaba con explorar las maravillas de su tierra y conocer a todos los animales que la habitaban. Un día, mientras jugaban cerca del río, Tito dijo:

"¡Cora! ¿Sabías que aquí cerca están las Cataratas del Iguazú? ¡Son una de las siete maravillas del mundo!"

Los ojos de Cora brillaron de emoción.

"¡No lo puedo creer, Tito! ¡Debemos ir a verlas! Pero primero, me gustaría probar el vorí vorí que tanto se habla en la aldea. ¡Me dicen que está buenísimo!"

Tito aleteó con entusiasmo.

"¡Aventura tras aventura! Vamos a buscar un poco de mandioca, así podemos preparar el vorí vorí y luego partimos hacia las cataratas."

Reunieron los ingredientes frescos del mercado y se dirigieron a la cocina de Cora. Mientras cocinaban, Cora compartió una historia.

"Dicen que en la selva misionera vive el yaguareté, un animal muy especial. Si lo vemos, podría contarnos un montón de secretos de la selva. ¡Me encantaría!"

El aroma del vorí vorí llenó el aire y, al probarlo, Cora se sintió llena de energía.

"¡Listo, Tito! Ahora sí, ¡vamos rumbo a las cataratas!"

Caminando por la selva, Cora y Tito se asombraron al ver los enormes árboles de lapacho.

"¡Mirá qué colores, Tito! Parece que los árboles nos saludan."

"Sí, Cora. Son hermosos. Cada uno tiene una historia."

De repente, un murmullo proveniente de los arbustos los hizo detenerse. Cora, temerosa pero emocionada, se acercó un poco más.

"¿Quién está ahí? ¡Muéstrate!"

Un gran yaguareté salió de entre los árboles. Sus ojos brillaban con una mezcla de curiosidad y amistad.

"No temáis, pequeños. Soy Luma, el yaguareté. He estado observando vuestras andanzas. ¿Por qué vienen a la selva?"

Cora, con la voz entrecortada, respondió:

"Vinimos a conocer las Cataratas del Iguazú, pero también escuchamos que tú podrías enseñarnos sobre la selva."

Luma sonrió con la sabiduría de los años.

"Si lográis llegar hasta las cataratas sin perturbar a los demás seres de la selva, os contaré algunos secretos mágicos."

Cora y Tito aceptaron el desafío y, con Luma como guía, comenzaron a caminar por senderos ocultos llenos de flores y sonidos de la selva. Pero a medida que avanzaban, se dieron cuenta de que también hay que cuidar el entorno.

"Luma, ¿por qué es importante cuidar de la selva?" preguntó Cora.

"Cada planta, cada animal tiene su papel en este ecosistema. Si uno se pierde, todo se altera. Debéis aprender a ser guardianes de este lugar."

Mientras caminaban, Tito se percató de unas ramas caídas.

"Mirá Cora, hay basura aquí. ¿No deberíamos recogerla?"

Cora asintió con seriedad.

"¡Claro! Vamos a dejar este lugar más lindo."

Ambos recogieron la basura y la llevaron hasta un basurero cercano. Luego continuaron su camino.

Finalmente, llegaron a las impresionantes Cataratas del Iguazú. El agua caía en un estruendo de vida y energía. Cora, encandilada, dijo:

"¡Es más hermosa de lo que imaginaba! ¿Sabes, Tito? Estoy tan feliz de haber venido aquí."

Luma, que había permanecido en silencio, se unió a ellos y les explicó:

"Aquí, en las cataratas, la vida nunca se detiene. Escuchen el agua, sientan su fuerza. Era la magia que les prometí. Pero recordar, siempre deben proteger este entorno."

Cora miró el paisaje asombrada y comprendió la responsabilidad que llevaba consigo.

"¡Vamos a contarles a todos en la aldea sobre lo que hemos aprendido! Debemos cuidar de nuestras maravillas."

Tito aleteó contento:

"Sí, ¡somos los guardianes de Misiones!"

Y así, con el corazón lleno de aventuras y aprendizajes, Cora, Tito y Luma se despidieron de las cataratas, con la promesa de proteger la selva y compartir sus secretos con su comunidad.

Desde ese día, el amor por su tierra creció más que nunca, y junto a su amigo el yaguareté, se convirtieron en ejemplos de cuidado y respeto por la naturaleza.

FIN.

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