Las Aventuras de David, la Monedita Viajera



Había una vez una moneditita brillante llamada David que vivía en el bolsillo de un niño llamado Tomás. David tenía un sueño: viajar por el mundo y conocer todos los lugares maravillosos que había oído en las historias.

"¡Quiero ver la Torre Eiffel y las pirámides de Egipto!", decía David emocionado.

Un día, Tomás decidió usar a David para comprar un helado. "¡Qué rica la fruta!", decía David mientras se deslizaba por la mano de Tomás, pero cuando el niño salió de la heladería, un viento misterioso lo llevó a un lugar mágico.

David se encontró en un hermoso país lleno de colores, donde conoció a otros instrumentos de pago: una tarjeta de crédito llamada Clara, un billete de cinco pesos llamado Pablito y una emocionante moneda de oro llamada Sol.

"¡Hola, David!", gritaron Clara y Pablito al verlo. "Te estaba esperando. ¡Viajemos juntos! Allí está el Castillo de los Impuestos. ¡Vamos!"

David, emocionado, zumbó alegremente con sus nuevos amigos hacia el castillo. Allí, conocieron al rey Impuesto, un anciano sabio que les explicó la importancia de pagar impuestos.

"Los impuestos son como semillas que plantamos para que crezcan cosas buenas en nuestro país", dijo el rey. "Con ellos, podemos construir hospitales, escuelas y parques. Si no pagamos, las ciudades no pueden prosperar."

"Pero, ¿qué pasa si nadie paga?", preguntó David, curioso.

El rey Impuesto suspiró y dijo: "Si no pagamos, las ciudades se quedan sin recursos. Las escuelas no pueden enseñar, y los niños no pueden jugar en los parques. La magia del país se va."

David y sus amigos estaban asombrados. "¡Queremos ayudar!", exclamó Clara.

Decidieron hacer una misión especial: viajar por el mundo recolectando monedas y enseñando a cada niño sobre la importancia de pagar impuestos. En cada país, David contaba historias, ayudaba a construir parques y enseñaba a los niños a cuidar de su comunidad.

En un país lejano, conocieron a una niña llamada Lucia, que quería arreglar su escuela. "No tengo suficiente dinero para pagar la pintura y las aulas", lloró Lucia.

David y sus amigos se pusieron en marcha. "Si todos juntos recolectamos nuestras monedas y pagamos impuestos, podremos ayudar a que tu escuela luzca hermosa y todos los niños puedan aprender", dijo David, decidido.

Después de muchos esfuerzos y aventuras por diferentes lugares, llegaron de regreso al país de David, donde todos habían aprendido la importancia de los impuestos. Cuando vieron a Lucia feliz con su nueva escuela, sabían que habían hecho algo increíble.

"¡Miren lo que pueden lograr las moneditas!", celebró David.

El rey Impuesto se acercó orgulloso. "Gracias, pequeños héroes. Ahora saben que cada moneda cuenta y que juntos podemos construir un futuro mejor."

David brilló más que nunca, no solo era una moneda que había viajado, era parte de algo grande y maravilloso. Al final, David volvió al bolsillo de Tomás, pero no sin antes prometerse que siempre recordaría su aventura y seguiría enseñando a todos sobre la importancia de ayudar a su comunidad.

"Pagar impuestos no es solo una obligación, es una oportunidad de hacer el bien y crear magia en el mundo", decía David mientras soñaba con su próxima aventura.

FIN.

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