Las Aventuras de Delfina, Manuela y Victoria
Había una vez en un pequeño pueblo rodeado de montañas y ríos cristalinos, tres amigas inseparables: Delfina, Manuela y Victoria. Las tres tenían personalidades muy distintas, pero eran el complemento perfecto entre sí. Delfina era extrovertida y llena de ideas locas, Manuela era la pensadora del grupo, siempre buscando respuestas e información, y Victoria tenía un gran amor por la naturaleza y los animales.
Un soleado día, mientras estaban sentadas en su lugar favorito, un gran roble en el parque, Delfina exclamó: "¡Chicas! ¿Se imaginan si pudiéramos encontrar un tesoro escondido?"
Manuela arqueó una ceja y le respondió: "Delfi, los tesoros sólo están en las historias de piratas. ¿Qué sabes de eso?"
Pero Victoria, emocionada con la idea, se unió: "¡Yo tengo un mapa antiguo que encontré en el desván! Podría ser nuestra guía para una gran aventura por el bosque."
Las tres amigas decidieron seguir el mapa que llevaba a un lugar que supuestamente guardaba un tesoro. Reunieron provisiones, una linterna y, por supuesto, un bocadillo para el camino.
Al entrar al bosque, comenzaron a seguir las indicaciones del mapa. El primer obstáculo era un arroyo que había crecido por las lluvias recientes. Delfina propuso hacer un puente con troncos. "Sólo necesitamos un poco de ingenio. ¡Manuela, tú tienes todas las herramientas en tu mochila, usémoslas!"
Manuela no estaba tan segura, pero al ver la determinación de Delfina, accedió a ayudar. Juntas, las tres soñadoras lograron cruzar el arroyo.
Después de caminar un rato más, el mapa indicaba que estaban cerca del tesoro. Entonces, se encontraron con una cueva oscura. "No sé si esto es una buena idea", dijo Manuela, temiendo un poco de lo desconocido. Pero Victoria tomó la mano de Delfina y le dijo: "¡Vamos! Si hay tesoros, tal vez haya cosas increíbles que conocer también."
Con una linterna en mano, las chicas entraron. La cueva era húmeda y fría, con estalactitas brillando a la luz de la linterna. Tuvieron que resolver un par de acertijos que encontraron en las paredes. Manuela asombró a sus amigas con su conocimiento de palabras y cifras. "¡Chicas, estoy segura que esto tiene que ver con números! Necesitamos sumar y restar para descubrir la combinación."
Después de un rato de pensar, gritaron todas juntas: "¡Eureka!"
El acertijo finalmente se resolvió y, de repente, una puerta secreta se abrió, revelando una habitación llena de pieles de oso, estatuas de oro y joyas deslumbrantes. "¡Increíble!", dijo Delfina, fascinada por todo. Pero Victoria, mirando con atención, notó algo que se movía entre las piedras. Era un pequeño zorro atrapado en una red.
"¡Chicas!", gritó Victoria. "Este lugar está lleno de cosas bellas, pero también de animales en peligro. Debemos ayudar a este pequeño."
Sin pensarlo dos veces, las amigas se pusieron a trabajar. Manuela sugirió que usen un poco de hilo de la mochila de Delfina para desatar al zorro. Con cuidado y mucha atención, lograron liberar al animalito que, agradecido, se alejó en el bosque.
Con el corazón lleno de satisfacción, Delfina, Manuela y Victoria decidieron que el verdadero tesoro no eran las joyas ni las riquezas, sino la amistad y el compromiso con la naturaleza.
Regresaron a casa dejando atrás el oro y las joyas, pero con una historia increíble para contar y un zorro que les había enseñado sobre el cuidado de los animales y la importancia de proteger el medio ambiente. Desde ese día, las tres amigas se convirtieron en las protectoras del bosque, organizando jornadas de limpieza y cuidando de los animales que allí habitaban.
Y así, Delfina, Manuela y Victoria aprendieron que la verdadera aventura está en cuidar lo que amamos y compartirlo con los demás.
FIN.