Las Aventuras de Diego el Travieso
Diego era un niño lleno de energía y travesuras. Cada vez que su mamá, la amiga de la mamá de Julián, lo dejaba en casa de su amigo, sabía que vivirían un día lleno de sorpresas. Un soleado sábado, Julián decidió invitar a Diego a su casa para jugar.
"¡Hola, Diego! ¿Estás listo para jugar?" - preguntó Julián con entusiasmo.
"¡Sí, quiero jugar al fútbol!" - respondió Diego, saltando de alegría. Pero lo que Julián no sabía era que Diego tenía un plan algo travieso.
Una vez en el jardín, comenzaron a jugar con la pelota. El juego fue divertido mientras Diego hacía acrobacias y regateaba a Julián, pero luego, la pelota salió volando y se metió en el estanque del vecino.
"¡Oh no! ¿Qué vamos a hacer ahora?" - exclamó Julián, mirando preocupado hacia el estanque.
"No te preocupes, tengo una idea gobernante. Vamos a buscarla juntos. Siempre es más divertido compartir las travesuras" - sonrió Diego, sin ninguna preocupación.
Los dos chicos decidieron entrar al pequeño muelle del vecino, donde había un palo largo que podían usar para alcanzar la pelota. Pero en medio de la aventura, escucharon la voz de Don Carlos, el vecino.
"¡Eh, chicos! ¿Qué hacen ahí?" - preguntó Don Carlos, apareciendo repentinamente.
"Sólo estamos tratando de recuperar la pelota, Don Carlos!" - dijo Julián, tratando de sonar convincente.
"Esto no me gusta nada, ¡bajen de ahí ya!" - gritó Don Carlos, cruzando los brazos.
Diego, con su chispa característica, decidió que era el momento de utilizar su sabiduría.
"Don Carlos, le prometemos que no volveremos a jugar cerca del estanque, pero ¿podría ayudarnos a sacar la pelota?" - sugirió Diego, sonriendo.
Don Carlos, sorprendido por la amabilidad del niño, soltó una risa y decidió ayudar. Con la ayuda de los tres, lograron sacar la pelota del agua.
"Está bien, pero prométanme que no volverán a jugar cerca del estanque. ¡Estos traviesos me van a sacar canas!" - dijo Don Carlos, todavía sonriendo.
"¡Prometido!" - dijeron al unísono Julián y Diego, felices de haber recuperado su pelota.
Al regresar al jardín, Diego sintió que debía aprender una lección del día.
"¿Sabés, Julián? A veces ser travieso no está mal, pero hay que tener cuidado para que todos estemos seguros. Además, ayudar a los demás es lo mejor de las travesuras." - dijo Diego, mientras pateaban la pelota en un juego más tranquilo.
Esa tarde, aprendieron que la diversión puede ser aún mayor cuando se juega con cuidado y respeto, y que a veces, los traviesos también pueden ser los más amables. Ahora cada vez que Diego venía a jugar, no solo se divertían, sino que también cuidaban del jardín y de los vecinos, asegurándose de que cada día fuera una nueva aventura llena de risas y aprendizaje.
FIN.