Las Aventuras de Emi, Jose y Maggie en la Navidad



Era un frío diciembre en un pintoresco pueblito de Argentina. Emi, una niña de cuatro años con una gran sonrisa, y su hermana pequeña, Jose, de solo dos años, estaban disfrutando de su tarde jugando en el parque. Pero había un problema: a su alrededor, los colores se estaban desvaneciendo y las luces de Navidad parecían apagadas.

"¿Por qué todo se ve tan gris, Emi?" - preguntó Jose, mirando a su hermana con su gran inocencia.

"No lo sé, Jose. Pero creo que debemos descubrirlo junto a Maggie!" - respondió Emi, señalando a su perrita, una hermosa golden retriever con un corazón tan grande como su espíritu.

Maggie movió la cola y se acercó a las niñas.

"¡Vamos! Podemos resolverlo juntas!" - ladró Maggie, como si pudiera entender el lenguaje humano.

Las tres amigas se lanzaron hacia el pueblo, en busca de algo que les diera pistas. En la plaza, encontraron a Don Nicolás, el hombre que siempre llevaba el gorro de Papá Noel. Pero se veía triste.

"Don Nicolás, ¿qué te pasa?" - preguntó Emi, preocupada.

"Oh, mis queridas niñas, la Navidad está en peligro. Un malvado duende llamado Grinchito ha robado todas las luces y los adornos de Navidad. Sin eso, la Navidad no podrá celebrarse!" - lamentó Don Nicolás.

Emi miró a Jose y a Maggie.

"No podemos dejar que eso pase. ¡Debemos ayudar!" - dijo Emi con valentía.

Así que las tres decidieron emprender una aventura. Con la ayuda de Maggie, que tenía un olfato excepcional, lograron seguir el rastro del duende.

"¡Sigue ese olor a galletitas y maldad!" - ladró Maggie, guiando a sus amigas por el camino nevado.

Después de un largo recorrido, llegaron a una cueva misteriosa. Fue allí donde encontraron a Grinchito, rodeado de luces y bolas de colores.

"¡Soy el rey de la Navidad ahora!" - gritó el duende, riendo.

"¡Eso no es justo!" - le respondió Emi valientemente.

"La Navidad es para compartir, no para robar!" - añadió Jose, aunque todavía se sentía un poco asustada.

Grinchito se burlo de ellas.

"¿Qué pueden hacer unas niñitas y un perro contra mí?" - se burló el duende.

Pero Maggie, usando su agudo sentido de la lealtad, ideó un plan.

"Emi, Jose, distraigamos al duende mientras yo recojo las luces!" - sugirió la perrita.

Las niñas comenzaron a bailar y a cantar una canción navideña.

"¡Feliz, feliz Navidad, es tiempo de ayudar!" - cantaron juntas.

Al escuchar la hermosa melodía, Grinchito se detuvo confundido.

"¿Qué? ¿Por qué son tan felices?" - preguntó, mirando a las dos hermanas.

"Porque la Navidad no se trata de luces, sino de compartir amor y alegría!" - gritó Emi con determinación.

"Y tú pones en peligro eso, Grinchito!" - dijo Jose, haciéndose más valiente.

Maggie aprovechó la distracción y se lanzó hacia las luces, recogiendo todo lo que se había robado. En un acto de regreso, el Grinchito, sintió que su corazón no era tan frío como pensaba.

"Yo solo quería sentir la belleza de la Navidad, pero no sé cómo compartirla..." - confesó.

Las niñas se miraron y sonrieron.

"Podemos enseñarte, ven con nosotras!" - propuso Emi.

Así, mientras todos se acercaban al pueblo, el corazón de Grinchito se empezó a calentar. La Navidad volvió a encenderse con sus luces brillantes, y lo más importante, con la alegría compartida.

"¡Feliz Navidad a todos!" - gritó Don Nicolás, abrazando a las hermanas y a su nueva amiga, Grinchito.

Desde ese día, el duende se convirtió en el mejor ayudante de Papá Noel y las tres amigas siguieron viviendo aventuras, aprendiendo que la felicidad se encuentra en compartir y en ser valientes incluso en momentos difíciles. Y así, Emi, Jose y Maggie combatieron el mal y salvaron la Navidad, viviendo felices en familia por siempre.

FIN.

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