Las aventuras de Félix



Había una vez un niño llamado Félix, quien vivía en un pequeño pueblo de Argentina. Todos los días, Félix seguía una rutina muy divertida y emocionante.

Félix era un niño madrugador, por lo que todas las mañanas se despertaba temprano con una gran sonrisa en su rostro. Se levantaba de la cama y se dirigía directamente a la cocina, donde su mamá ya había preparado un delicioso desayuno para él.

"¡Buenos días, mamá! ¿Qué hay para desayunar hoy?"- exclamó Félix emocionado. "¡Hola mi amor! Hoy tenemos pan casero recién horneado con mermelada de frutas y jugo de naranja fresco"- respondió su mamá cariñosamente.

Félix devoró su desayuno rápidamente y luego se dirigió hacia el colegio o la colonia. En el colegio aprendía muchas cosas interesantes junto a sus amigos, mientras en la colonia disfrutaba de juegos al aire libre y actividades recreativas. A mediodía, llegaba el momento del almuerzo.

Félix siempre esperaba ansioso este momento porque sabía que iba a disfrutar de sus comidas favoritas preparadas por su papá. "¡Papá, estoy hambriento! ¿Qué tenés preparado hoy?"- preguntó Félix impaciente. "Hoy vamos a tener pasta con salsa casera y ensalada fresca.

¡Espero que te guste!"- respondió su papá con una sonrisa en el rostro. Después del almuerzo, llegaba uno de los momentos más esperados por Félix: la siesta.

Se acostaba en su cama, se tapaba con su manta favorita y cerraba los ojos para descansar un rato. Cuando despertaba de su siesta, Félix estaba lleno de energía y listo para jugar. Salía al patio a correr, saltar y explorar el mundo que lo rodeaba.

A veces jugaba solo, pero otras veces invitaba a sus amigos del barrio a unirse a la diversión. Por la tarde, llegaba la hora del té.

Félix se sentaba en la mesa junto a sus padres y disfrutaban de una taza caliente de mate acompañada de galletitas caseras. "¿Cómo estuvo tu día, hijo?"- preguntó su mamá interesada. "¡Fue genial! Aprendí muchas cosas nuevas en el colegio y me divertí mucho jugando con mis amigos"- respondió Félix emocionado.

Después del té, Félix pasaba un rato más jugando con sus padres. Ya sea construyendo castillos de arena en el jardín o armando rompecabezas dentro de casa, siempre encontraban algo divertido para hacer juntos. Antes de irse a dormir, era momento de bañarse y cenar.

Félix disfrutaba cada momento bajo la ducha mientras canturreaba canciones felices. Luego se sentaban todos juntos en la mesa para compartir una cena nutritiva y sabrosa preparada por su mamá.

Finalmente, llegaba el momento más esperado por Félix: irse a dormir contento después de un día lleno de aventuras y aprendizaje. "Buenas noches mamá, buenas noches papá. ¡Gracias por este maravilloso día!"- decía Félix antes de cerrar los ojos y dejarse llevar por los sueños.

Y así, cada día, Félix disfrutaba de una rutina llena de amor, diversión y aprendizaje. Descubría nuevas cosas, se divertía con sus amigos y siempre tenía a su familia cerca para acompañarlo en todas sus aventuras.

FIN.

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