Las Aventuras de Humboldt



Hola, soy Alexander von Humboldt. Soy un explorador y naturalista, y me encanta descubrir cosas nuevas en la naturaleza. Te quiero contar una de mis grandes aventuras.

Un día, decidí viajar a América del Sur. Tenía un mapa, un cuaderno y un gran deseo de aprender. Cuando llegué a un lugar lleno de montañas y selvas, me emocioné mucho.

- ¡Mirá, un pajarito de todos los colores! - grité.

Un niño que estaba jugando cerca se acercó.

- ¿Quién sos? - me preguntó.

- Soy Humboldt, un explorador. Estoy aquí para aprender sobre la naturaleza. - le respondí.

- ¡Yo también quiero aprender! - dijo el niño, con los ojos brillantes.

Así que decidimos ir juntos a explorar. Caminamos por el bosque y encontramos un arroyo.

- ¡Agua! - exclamó el niño.

- Sí, y también podemos ver ranas y peces. - le expliqué.

Mientras observábamos, descubrimos una rana que tenía manchas rojas y verdes.

- ¡Es muy linda! - dijo el niño.

- Vamos a dibujarla. - sugerí. Así que sacamos nuestros cuadernos y comenzamos a dibujar.

Después de pintar, seguimos caminando por la selva. De repente, escuchamos un ruido fuerte. El niño se asustó.

- ¿Qué fue eso? - preguntó temblando.

- No te preocupes, probablemente es un animal. Vamos a ver. - lo animé. Entonces, fuimos con cuidado hacia el sonido y encontramos a un gran mono colgado de una rama.

- ¡Mirá qué divertido! - exclamé.

- Sí, parece que está jugando. - dijo el niño riendo.

Pasamos el día explorando y aprendiendo sobre los árboles, las flores y los animales. Al caer la tarde, nuestro camino nos llevó a una gran montaña.

- ¡Es tan alta! - dijo el niño sorprendido.

- Vamos a escalarla, juntos. - propuse. Subimos con cuidado, y cuando llegamos a la cima, ¡vimos todo el paisaje!

- ¡Es hermoso! - dijo el niño, con una gran sonrisa.

- Mirá todas esas montañas, los ríos y el cielo. Cada lugar tiene su belleza. - le expliqué.

El sol estaba anaranjado y parecía que estaba sonriendo. Decidimos quedarnos un ratito a observar.

- Gracias por llevarme en esta aventura, Humboldt. - dijo el niño.

- Gracias a vos por querer aprender. ¡Siempre hay algo nuevo por descubrir! - le respondí.

Desde aquel día, aprendí que la curiosidad es nuestra mejor compañera para explorar el mundo. Y así, con un pañuelo atado a mi frente y el corazón lleno de alegría, seguí mis aventuras con el niño, aprendiendo un poco más cada día.

FIN.

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