Las Aventuras de Isaac en las Fiestas Patrias



Isaac era un niño lleno de energía que vivía en un hermoso pueblo en el corazón de Chile. Su hogar estaba rodeado de montañas imponentes y valles pintorescos, donde los atardeceres iluminaban el cielo con colores que parecían sacados de un cuadro. Con la llegada de septiembre, el aire se llenaba de emoción, ¡las Fiestas Patrias estaban por llegar! Cada año, su familia organizaba las fondas y ramadas más alegres del pueblo.

El día anterior a la celebración, Isaac estaba muy emocionado.

"¡Mamá, ya quiero que llegue el 18! No puedo esperar para bailar cueca y probar las empanadas que hace la abuela."

"Calma, Isaac. Todo llega a su debido tiempo. Ahora ayúdame con los preparativos."

Isaac se puso manos a la obra. Pasó horas ayudando a su madre a decorar la casa con banderas chilenas y globos de colores. Su hermana menor, Sofía, corría de un lado a otro con una sonrisa brillante, emulando el baile de la cueca.

"¡Mirá, soy una bailarina, Isaac!"

"¡Sofía, eso es genial! Pero debes recordar que la cueca se baila con pausa y gracia. Vamos a practicar juntos."

Ambos hermanos se pusieron a practicar mientras su padre empezó a preparar las deliciosas empanadas. La casa se llenó de risas y canciones tradicionales.

Sin embargo, esa noche, un fuerte viento comenzó a soplar y nubes oscuras cubrieron el cielo. Isaac se asomó por la ventana y vio que el tiempo se estaba poniendo feo.

"¡Papá, creo que la tormenta se viene fuerte! ¿Y si no podemos celebrar mañana?"

Su padre sonrió para tranquilizarlo.

"No te preocupes, hijo. Si llueve, improvisaremos. La alegría no depende del clima, ¡sino de nosotros!"

Isaac se quedó pensando en lo que había dicho su papá. Esa idea lo llenó de energía y decidió que fuera lo que fuera, él iba a disfrutar las Fiestas Patrias.

A la mañana siguiente, la lluvia caía con fuerza. Pero, a pesar de eso, la familia de Isaac estaba lista para la celebración. Hicieron una gran fonda en el garage, decorándolo con luces y banderas.

"¡No dejaremos que la lluvia nos detenga!", dijo Isaac decidido.

Con algunos amigos y vecinos que también se unieron, comenzaron a bailar cueca bajo la lluvia. Todos reían y cantaban, formando un gran círculo de alegría. Isaac tomó la mano de Sofía y juntos se movieron al ritmo de la música, sintiendo que el agua no era más que parte de la diversión.

Cuando la lluvia paró, se fueron corriendo al patio trasero para disfrutar de las empanadas que su padre había hecho. El aire olía a pino y tierra mojada, un aroma fresco y renovador.

"¡Estas empanadas son las mejores!" exclamó uno de sus amigos, mientras la abuela de Isaac servía más.

Y así, entre bailes y risas, la tarde se volvió mágica. Isaac miró a su alrededor y se dio cuenta de lo afortunado que era. Era el momento de compartir con su familia y amigos, ¡esa era la verdadera celebración!

Finalmente, mientras el sol comenzaba a ocultarse en el horizonte, Isaac pensó en lo que su padre había dicho.

"La alegría no depende del clima, sino de nosotros. ¡Y hoy, definitivamente hemos celebrado!"

Con el corazón rebosante, Isaac comprendió que lo más importante no era si llovía o hacía sol, sino el amor y la unión que compartían en aquellos momentos. Al día siguiente, con más energía que nunca, se prometió a sí mismo que esas fiestas serían aún más memorables.

Y así terminó un hermoso 18 de septiembre, recordando que las tradiciones se celebran con amor y alegría, sin importar el clima del día.

Isaac sonrió, ¡sabía que el próximo año sería aún mejor!

FIN.

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